Mozart no pensaría esto – Arín Dodó, Muerte en el cadalso

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En el anterior capítulo terminé diciendo que llegó el año 2005 y faltó muy poco para que muriera en el cadalso. Bueno, yo no… pero sí mi manera de expresarme musicalmente. Ese es el título que le puse a lo que grabé en esa época (escuchar) y tiene que ver con la siguiente historia:

“un condenado a muerte en la próxima madrugada va a morir en la horca. – Faltan 30 minutos para morir en el cadalso -, le dicen, y tiene derecho a pedir su última voluntad. Renuncia a una cena vulgar, aunque exquisita, y a la ceremonia de fumarse un cigarrillo antes de su cita. Prefiere, en cambio, disfrutar sus últimos momentos desplazándose en su interior, intentando buscar un significado a su deplorable y mezquina existencia y apuesta por la música de un artista inclasificable, tan exento de suerte y desdichado como él mismo; consiguiendo en última instancia un hermanamiento con dicho autor y un motivo para entrar en paz en la eternidad. Se decide a pedir el último disco de ese músico, se coloca los auriculares y así poder pasar a un universo exquisito de colores y sombras que le ayuden a cruzar sin discontinuidad la frontera de la muerte, esperando que ésta le guiñe un ojo primero y le seduzca  después”.

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arín dodó

Este fue el principio del abandono de un lenguaje musical (el que proviene del rock) y el comienzo de una búsqueda que ha continuado hasta ahora. Ese condenado a muerte podría ser el lenguaje del rock que yo había utilizado hasta entonces. Pero antes de extinguirse se dio cuenta de que su “muerte” no significaba el fin, sino el inicio de otra cosa totalmente distinta en cuanto a forma, pero básicamente con las mismas ideas (simplicidad, inmediatez, minimalismo). Esa fue la metamorfosis de Poliedro Kobold en Arín Dodó, de la que hablaré cuando llegue su momento.

En esa grabación ya está el embrión del lenguaje musical que utilizo ahora. Aparecen trompetas desafinadas debido a la manipulación de cintas magnetofónicas, improvisaciones de contrabajo sin tonalidad fija (en el tema “Los designios del Señor no tienen valencia”, o en “Mauritania Libre”), percusiones sin ritmo… y lo más llamativo: cambios de tonalidad muy bruscos y aleatorios que están sometidos al azar, por ejemplo en “La Diosa del Nepal”. Ese tema está compuesto de varias partes distintas que no tienen que ver una con otra. No sabía qué hacer con cada una de ellas hasta que un día me crucé con una amiga diseñadora de moda. Me enseñó una falda hecha de retales y trozos que había confeccionado ella y pensé que si esos trozos quedaban bien en la falda sin tener relación alguna entre ellos, ¿por qué no iban a quedar bien si mezclaba al azar cada uno de las partes que tenía compuestas? Eso hice, y desde luego el resultado está a la vista, y es más que satisfactorio. Hay dos versiones, una en el anterior link y otra en (escuchar), un tema llamado “Godess of the Nepal”. Esta versión la grabé con un violonchelista llamado Raúl Díaz, muy bueno, pero con un concepto musical totalmente alejado del mío. Me acuerdo que cuando tocó por primera vez este tema los oídos le chirriaban al ver la partitura, porque no estaba acostumbrado a hacer cambios tonales de esa forma. Al final, en esa versión, llegamos a un acuerdo e hizo algún arreglo para que el cambio no fuese tan brusco. El resultado final fue satisfactorio para los dos.

En Faltan 30 minutos para morir en el cadalso también se aprecian cambios en la instrumentación. Apenas hay instrumentos eléctricos, se sustituye el bajo eléctrico por contrabajo, y aparecen otros como el piano, trompeta, saxo; también vuelvo a recurrir a la simarra, instrumento que da muy buen rendimiento. De todas formas, en esos momentos, la manera de tocar estos instrumentos todavía lo hacía de la manera más ortodoxa posible. Es más adelante cuando los utilizo de una manera más libre y menos común.

Como ya digo, éste fue un momento de cambio y de transformación. Empecé a quitarme lastre de encima, como el usar unas estructuras armónicas o un idioma musical reconocible, y eso hizo que me sintiera cada vez más libre, y como resultado, cada vez más creativo y seguro de lo que hacía. Ese fue el inicio de un camino sin retorno que dura hasta hoy y que ha hecho que vaya encontrando un sonido totalmente acorde con mi manera de ver las cosas y con mis limitaciones (que son muchas), y al fin al cabo, con mi personalidad, algo que se refleja necesariamente en lo que suena.

P.D: Todo lo relatado aquí es un intento de explicar el cambio en mi estilo musical a lo largo del tiempo. Ese cambio no se ha producido de forma premeditada, ha sido de forma natural. Tampoco tenía un objetivo determinado. Ha salido así y eso es lo que hay. Tampoco intento darle una interpretación racional o intelectual a todo esto, ni tiene ningún significado importante. Creo que las cosas son más sencillas de lo que parecen y no tan trascendentales como aparentan ser. Simplemente es música… o “no música en estado anárquico”, depende del punto de vista desde el que se vea. Lo importante es esto: fabricar sonidos y disfrutar con ello.

Atentamente, J.G. Entonado & Arín Dodó

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