David Delgado, del grupo C’est Fini y Da, nos cuenta cómo se prepara antes de un concierto.
«Esperamos un escenario de la hostia y nos encontramos uno que se cae a cachos» ¿Siempre has querido saber cómo se prepara un músico extremeño antes del concierto?
Has tenido curiosidad por saber qué hace exactamente ese mismo día? Descubre todos los secretos de los músicos extremeños en Antes del concierto. En esta ocasión tenemos a David Delgado, del grupo C’est Fini y Da.
Da es un nuevo proyecto que estamos arrancando, por lo que aún no hemos dado conciertos. Por tanto no os puedo hablar de conciertos recientes.
Puedo hablar de anécdotas de todos los años que he pasado con mi primera banda (C’est Fini) correteando media Extremadura.
Cientos de kilómetros rodados. El Risco, Cáceres, Mérida, Cañamero, Santa Marta, Salamanca, Zafra, y no se cuantas más ciudades.
En C’est fini me dedicaba a dar baquetazos a una Thunder negra que sonaba peor que mi orto, aunque en aquellos tiempos me sonaba de puta madre. Sobre todo cuando nos encontrábamos con buenos técnicos de sonido como Armando Mazuecos o Alberto Terrón.
C’est fini fue la escuela, donde aprendimos qué era eso de subirse a un escenario y meterse en una furgoneta sin asientos traseros, donde a alguno que otro le tocaba ir entre los instrumentos y abriendo de vez en cuando el portón trasero para coger un poco de aire, y con el cuidado de que los civiles no te pillasen. Había que reducir gastos.
La alineación era Germán Botejara (Guitarra y voz), Carlos Jerez (Bajista del Desván del Duende), Charly Bay guitarra (actual bajista de Da) y Rafa Rodríguez (Guitarrista de Kaxta y productor musical de Da).
Quedábamos en el local del portón rojo donde se podía leer grafiteado Bourbon 69 (en la Remayte). Cargábamos la furgo, el coche de Charly (un Ford fiesta diminuto donde metíamos medio equipo) o el medio de transporte que disponíamos y nos la pirábamos en busca de aventuras.
Los viajes son guapos porque vas contando historias, cantando, fotografiando el paisaje o haciéndonos pajas mentales sobre las próximas canciones que grabaremos en el disco.
Corría agosto de 2005, el Risco era el destino, una pequeña población de 100 habitantes que en agosto se llenaba de los que tuvieron que emigrar a Cataluña y volvían en verano al pueblo. Por el camino, una tormenta de verano nos pilla y tenemos que parar porque la lluvia no nos deja seguir.
El Risco, en plena Siberia extremeña, nos lleva por bares de mala muerte, gasolineras, pantanos para mojarnos un poco, puticlubs de carreta y paisajes al más puro ruta 66.
Atrás, en la furgona, no se nos ocurría otra cosa que ir tocando la batería cada vez que entrábamos en algún pueblo. Los que van en los asientos delanteros flipan al ver las caras de los paisanos que escuchan el sonido de una batería, guitarra y voces desde el interior de una furgoneta.
Nos acompañan en otro coche, los Distritos Desperado. Compañeros de fatigas y de aventuras, por cierto, el amigo Marcos Deker anda por Barcelona luchando con su buena música. Dale duro compañero.
Llegamos al pueblo y nos bajamos como grandes estrellas, vestidos de negro como la muerte, botas no propias para las temperaturas veraniegas, greñas y gafas de sol.
El gran Julián Blake baja del coche y de su voz casi gutural sale una impertinencia hacia un niño que juega al lado con la pelota:-¿Sabes que yo me como a los niños que me tocan los cojones?-.
Esperamos un escenario de la hostia con acceso, sonido y luminaria propia de una banda de rock de pro, y lo que nos encontramos es un escenario que se cae a cachos. Fabricado con tabicones, cuyo lateral izquierdo nos lleva a un barranco mortal para músicos emocionados.
Uno de los organizadores nos aconseja que no nos acerquemos demasiado al borde. El año anterior un guitarrista acabó en la higuera.
Los paisanos nos miran con extrañeza, nuestras pintas…, excentricismo…, y armados de instrumentos hasta los dientes nos hacen atravesar el pueblo hasta lo que será nuestro camerino.
Pensando que el camerino era un lugar acogedor, nos encontramos con el consultorio médico donde nos han colocado muy curiosamente unos colchones, una restform, todo tipo de utensilios médicos y unas mesas con comida.
La verdad es que nos trataban de lujo, cuatro cajas de cerveza fría y algo para picar. 20:00 horas Charly está enfermo, una fiebre parece que nos va a cortar el rollo, pero afortunadamente Carlos Jerez, además de ser un magnífico bajista es un gran enfermero, trabajo que compatibiliza con el rock y por el que siempre lleva un botiquín en su coche. Un chute de cualquier fármaco nos devuelve a Charly, 21:00 horas estamos casi preparados.
Llega el momento de la prueba de sonido, somos muy meticulosos. Aunque contemos con una mierda de equipo nos gusta que nuestros bolos suenen decentemente.
21:30 horas Los chequeos de sonido son una jam sesión de parte de músicos de las dos bandas.
Las horas muertas antes del concierto, es tiempo para pasear, cenar y hablar con la gente del pueblo o tocar y divagar sobre cuestiones surrealistas o casi metafísicas.
Son las 23:00 horas. Cogemos las guitarras, bajo y baquetas andamos con los nervios en el estómago en la oscuridad de la noche hacia el escenario.
En un rincón de Extremadura, no son grandes estadios pero os aseguro que allí había mucha música, arte y demasiado rock and roll. Toda la gente de aquel pueblo y de los pueblos vecinos estaban allí. El resto es rock y actos delictivos censurados que nunca olvidaremos.
Cualquier día de agosto de 2005
El Risco (Badajoz)
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