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Por Enrique Falcó
[mks_dropcap style=»letter» size=»52″ bg_color=»#ffffff» txt_color=»#dd3333″]P[/mks_dropcap]or lo general, a casi todo el mundo le gustan The Beatles, al menos aquellas canciones clásicas, las más populares y conocidas. Ya sean melómanos o aficionados de menor calibre. A cualquier devoto melódico poco exigente, los temas suelen sonarles bien, es música beatle al fin y al cabo, y el resultado es normalmente positivo, ya que el gran público siempre ha sintonizado de buena manera con los cuatro de Liverpool.
Ahora bien, existen para quienes esa simpatía torna a altísimo nivel de elogio y encomiable adulación, incluso me atrevería decir, ¿Por qué no? A eminente grado de frikismo, ya que hoy en día, el uso de la palabra friki se traduce en unas connotaciones y denotaciones bastante más amables y positiva que las que oscuramente encerraban a finales de los 90.[mks_pullquote align=»right» width=»200″ size=»20″ bg_color=»#dd3333″ txt_color=»#ffffff»]Espero animar, a quienes aun no hayan tenido la decencia de asomarse al maravilloso mundo de The Beatles, y en especial a la figura del inolvidable John Lennon[/mks_pullquote]
No todo el mundo, y me parece respetable, ha de saber tantos detalles de los grupos que le resulten atractivos, pero personalmente no soy de los que se conforma con escuchar plácidamente canciones que me resultan agradables. Cuando un grupo me gusta, me gusta, pero de verdad. Y me empeño en conocer su propia y noble historia, las vicisitudes que rodean a sus miembros, el instrumento que ejecuta cada uno, quién y cómo compone, en qué se basan, sus diferentes personalidades, en definitiva, el amplio conglomerado que marca ese sello inconfundible que tanto me atrae.
The Beatles no solo no iban a ser una excepción, debido a que los sigo considerando los más grandes, importantes e influyentes músicos de la historia del pop. Los Fab Four se convirtieron en mito desde aquella vez en que a mis one años escuché “Drive My Car” en el viejo Walkman de un compañero de clase.
Como todo oyente joven, fui progresando en conocimientos musicales y educando mi oído, y así, poco a poco descubrí por ejemplo qué era eso de un bajo, al reconocerlo al fin en la canción “In my Life”, o lo importante que podía ser una simple pandereta, como aquella que otorga ese genial ritmo tras el estupendo rift de bajo y guitarra en “Day Tripper”.
Las sensaciones iban en aumento, nuevos discos, nuevas canciones, documentales, libros, la historia y asesinato de Jonn Lennon, el mito del Paul vivo o muerto, los punteos de Harrison, la batería de Ringo, sus discos más atrevidos, sus problemas con las drogas, sus idas de olla religioso/políticas… Una bonita y apasionante manera de hacerse mayor junto a ellos.
Ni qué decir tiene, que en los primeros años sentía fascinación por aquellas primeras canciones, el “Love Me Do”, “Twist and Show” o el “Yellow Submarine”. Poco a poco crecía el interés por canciones más interesantes, y así, el Sgt. Pepper’s Lonely Hearts Club Band , el álbum Blanco (The Beatles) y el Abbey Road sonaban cada vez más en mi viejo Radio cd Sony, que aun a día de hoy conservo.
No comparto esta gran afición o frikismo, como más les guste, con tantos amigos o conocidos como cabría esperar, pero sí es cierto que son bastantes los que no se conforman solo con el “Yesterday” o el “Ob-la-dí ob-la-dá”. Aún así, me sigue sorprendiendo la dificultad de muchos para reconocer en una primera escucha la voz principal de John, Paul y en menor medida George y Ringo.
Muy pocos reconocen la voz del batería en temas como “Boys”, “Yellow Submarine” o “With a little help from my friends”. Detectar la voz principal de George Harrison es sin duda más complicado, y si no que se lo pregunten a Frank Sinatra, quien declaró públicamente que “Something”, la bella canción compuesta e interpretada por el guitarra solista, era su composición favorita Lennon-McCartney.
También se escucha como vocalista principal a un joven Harrison en algunas de las primeras canciones Lennon-McCartney, como pueden ser “Do You Want to Know a Secret” ó “I’m Happy Just to Dance with You”, aunque más tarde se arrancaría a componer sus propias canciones, y así, como vocalista principal donó para la historia temas inolvidables como “Taxman”, “While My Guitar Gently Weeps” “Here Comes The Sun” o la impresionante “Something”.
Pero siendo justos y ateniéndonos a los hechos fidedignos, la presencia como cantantes principales de Ringo y Harrison no deja de ser algo anécdótico, aunque bien cierto es que George participaba regularmente en coros y armonías de manera muy relevante, y me vienen a la cabeza temas interpretados casi a tres voces como “Nowhere Man”, “Because” o la introducción de “Paperback Writer”.
Quizás la dificultad más notoria consiste en diferenciar las voces como protagonistas de John Lennon y McCartney. Y reconozco que no es siempre fácil, incluso si tratamos de diferenciarla de la de Harrison. Al comienzo de su carrera, y asi puede apreciarse en sus primeros éxitos, Paul y John solían cantar juntos, a dos voces, en “Please Please Me” lo hacen salvo en un par de líneas de John, También en “Love Me Do” salvo el estribillo cantado por Paul mientras Lennon soplaba la armónica con gran habilidad. Repitieron fórmula en siguientes hits, como en “She Love You” o “From me to you”, pero de repente, con la posibilidad técnica de doblar la pista de la voz, cada vez fue más habitual que uno u otro fueran quienes lideraran vocalmente su canción, aunque casi siempre con generosa ayuda vocal del otro y de Harrison.
La voz de Paul suena de dulce en temas más roqueros como la apertura del “Sgt. Pepper’s Lonely Hearts Club Band” en donde parece tener serrín en la voz o la siempre marchosa “I Saw Her Standing There”. Por supuesto se aprecia el colorido de su inconfundible voz en temas de renombre como “Yesterday” “Eleanor Rigby” o “Le It Be”, temas en donde jamás habría siquiera que intuir la voz de John Lennon a no ser que pretendamos que este último se retorciera en su tumba.
Normalmente no suelo tener problemas para reconocer a uno u otro. Y les contaré mi secreto:
A pesar de la innegable belleza y arte que ostenta como cantante el siempre vanidoso McCartney, la voz de Lennon produce un sentimiento en mi cuerpo que delata su sola presencia vocal en cualquier canción. Y es que, amigos, la voz de John Lennon me pone los pelos de punta. Me produce escalofríos, y eso es algo que he ido aprendiendo a lo largo de tantos años disfrutando temas como “Ticket To Ride”, “Rain” “she Said, She Said”, “In My Life”, “Strawberry Fields Forever” o “A Day In The Life”. Eso es algo que no ha conseguido mucha gente, por eso, cuando una canción, un acorde, una voz, me produce una sensación parecida, le presto la importancia que merece, ya que es posible sin duda que pueda aportarme algo interesante.
Espero animar, a quienes aun no hayan tenido la decencia de asomarse al maravilloso mundo de The Beatles, y en especial a la figura del inolvidable John Lennon, de quien se cumple por desgracia en este mes de Diciembre los 34 años de su lamentable desaparición, y por supuesto, contagiar ese entusiasmo por saber más acerca de cuatro jóvenes que cambiaron para siempre la historia de la música pop, de conseguir sentirlos musicalmente tanto por fuera como por dentro.
Espero que sabrán disculpar el grado de nostalgia que encierra este artículo, pero desde hace ya muchos años, cuando se aproxima la maldita fecha del 8 de diciembre, no puedo dejar de hablar y escribir sobre Lennon. Supongo que es algo inconsciente, un mecanismo de defensa que pretende contrarrestar esa sensación inabarcable de vacío que queda en tu cuerpo cuando sientes que nos han robado algo tan grande y tan necesario.
En otra ocasión, desde esta misma carnicería despiezaremos también su carrera en solitario. Veremos si se animan o no y se convierten en expertos y seguidores del grupo más grande de la historia, ya me contarán, pero eso pertenece al futuro, y como diría el bueno de Ringo: “Tomorrow Never Knows”.
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