En infinidad de ocasiones la palabra música, y en general las canciones, parecen caminar inevitablemente de la mano del siempre incómodo apelativo de plagio, y así lo ha sido y será durante toda la historia de la música, ya que existen quienes aseguran por Osiris y por Apis que la música ya está toda inventada, y que lo único que puede hacerse con ella es intentar otorgar matices propios.
Quede constancia que no soy de los que mira con malos ojos según qué tipo de plagios, si estos se producen, digamos con algo de corazón y buen fondo.
La música puede disfrutarse de infinitas maneras posibles, y todas pueden ser maravillosas. Hay quienes prefieren escucharla de fondo, con sonido moderado en el coche o la oficina, para no sentirse tan solos o para eludir el aburrimiento y la monotonía, o quienes, por el contrario, necesitan de su presencia a todo volumen para captar su fuerza y energía. Luego están quienes la disfrutan en la intimidad de su propio hogar, con sus auriculares puestos, soñando que son ellos mismos los músicos ejecutantes de sus canciones favoritas.
Pero les aseguro que no hay mejor manera de abrirse a sus maravillosos sentimientos que creando tus propias canciones en colaboración de otros seres humanos tan locos por la música como tú.
Es divertido, más entrañable e interesante, apreciar en una joven banda sus influencias cuando ofrecen sus primeras canciones. Cada nuevo disco descubierto puede abrir miles de posibilidades. La manera de ejecutar un punteo de guitarra con un determinado pedal, un redoble o ritmo de batería imaginativo, una melodía de bajo bonita o una forma particular de cantar. Todo puede aplicarse a tus propias creaciones, y el cúmulo de aquellas cosas que tanto te gustan, unido a tus propias limitaciones o inmejorables condiciones y talento harán brotar poco a poco tu propio estilo, que a su vez influenciará a otros en esta necesaria e interminable cadena musical.
Hace pocos días, mi amigo Pedro Wichard, vocalista de Darksound compartió en su muro de Facebook el video clip de Blind Melon, “No Rain”, del año 1993. Esto provocó un pequeño ejercicio de morriña entre algunos amigos, que nos lanzamos entre nostálgicos y divertidos a compartir y comentar canciones de grupos de la época como Nirvana, Sound Garden, Collective Soul o The Smashing Pumpkins (y luego algunos dicen que los 90 fueron una mierda). Precisamente, de la banda de Chicago compartí dos grandes temas: “1979” y “Tonight Tonight”. Al escuchar esta útima he de reconocer que una vez más me emocionó su preciosa y emocionante entrada instrumental donde la cuerda se convierte en protagonista, pero lo que consiguió envolverme en un mágico viaje en el tiempo fue ese maravilloso ritmo de caja que Jimmy Chamberlin imprime a la bella canción.
De modesta manera, a mis escasas 20 primaveras pretendí “homenajear”, más que “plagiar”, aquel interesante ritmo, y ayudado por mi pareja artística, Óscar Vadillo (actualmente en el grupo valenciano Ambrós Chapel, del que pronto tendremos nuevas musicales en forma de disco) creamos el tema “Charlie”, que fue incluída en aquella primera maqueta de los Left Brothers, Abre la puerta (1998), que grabamos junto a Adolfo Campini (Rui Díaz y la Banda Imposible) en los estudios de Puebla de la Calzada de Promúsica de Extremadura, con la inestimable e imprescindible ayuda del gran Armando Mazuecos a los mandos técnicos.
Óscar Vadillo, músico pacense que ha gozado de una trayectoria notable en la región (Violent Popes, Left Brothers, Lich, Fantic…) poseía sin duda aquella gran cualidad de beber de innumerables infuencias musicales que luego escupía a retazos en sus numerosas composiciones. Era increíble cómo conseguía mezclar en un tema propio los últimos éxitos de OffSpring, Oasis, Green Day y Nirvana con una gracia, facilidad y un desparpajo que nos dejaba entre boquiabiertos y fascinados. Aquella maqueta de la que hablamos era en buena parte una muestra inequívoca de “plagios con corazón”, con claras influencias de nuestros grupos favoritos. En especial recuerdo un tema, “Ahora estás tú sola”, en donde mi participación a las baquetas se convierte casi en un “homenaje” continuo a la batería del “Sunday Bloody Sunday” de U2.
¿Pero donde está la línea que separa las influencias innegables del siempre incómodo apelativo de plagio? Sinceramente en muchas ocasiones no existe y son imperceptibles la una sin la otra. Casos importantes en la historia reciente de la música han sido resueltos finalmente por jueces quienes nunca dejan satifechos a los que se mueven al filo de esta linea separatoria virtual.
El “Surfin´ U.S.A.” de The Beach Boys es una canción maravillosa, con gran ingenio vocal y un sólo de teclado formidable, y aunque muy diferente a nivel de producción y ejecución queda totalmente claro a la primera escucha que la melodía y los acordes de guitarra son prácticamente idénticos al “Sweet Little Sixteen” de Chuck Berry.
Un músico omnipresente en el mundo de los plagios a nivel internacional, Noel Gallagher, ha sido declarado culpable de plagiar varias canciones a lo largo de su carrera, y sin embargo nadie lo ha condenado aún por los acordes de piano de la que para mi gusto es su mejor canción, “Don´t look back in anger”, en cuyo principio realiza una dudosa oda al plagio más ordinario y lamentable del “Imagine” de John Lennon, aunque sólo al principio y durante unos segundos, luego se desmarca completamente y podemos disfrutar de una buena canción, ¿Pero quien decide si lo suyo no ha sido más que un “homenaje”, un “plagio con corazón”, o un ejercicio de descaro insultante?
Quizás lo más fácil, y la solución menos mala para todos sea la del denominado “Plagio subconsciente”, en la que se hace un reparto más o menos justo y equitativo en cuestiones de derechos de autor y en donde la honra de plagiado y plagiador no sufren más de lo necesario, y si no que se lo cuenten al bueno de George Harrison con su “My Sweet Lord”.
Nuestros artistas nacionales tampoco se libran del San Benito del plagio, y si no que se lo digan a los Hombres G y al extraordinario parecido de su “Marta tiene un marcapasos” con el “At the Zoo” de Simon & Garfunkel. Aunque quizás, en los últimos años el caso más sonado fue el del donostiarra Mikel Erentxun y su canción “Grandes éxitos”, perteneciente al Ciudades de paso (2003). Esta canción fue adaptada para convertirse en la cabecera de la popular serie de Tele 5 “Los Serrano”, y posteriormente se comercializó en el disco de Fran Perea cómo “Uno más uno son siete”. Ian Broudie, el líder de The Lightning Seeds, interpuso una demanda de plagio, ya que el tema se parece bastante a la canción “Pure” de los británicos, no obstante la acusación fue desestimada, pero la prensa especializada no otorgó la misma relevancia ni difusión que en su día hicieran de la demanda de plagio.
En el fascinante mundo de los plagios no han de faltar tampoco quienes se plagian a sí mismos, que es una manera infalible para evitar las demandas judiciales. El gran músico Mike Olfield lo hace constantemente, y así, especialmente en sus temas más pop recurre al autoplagio de manera algo más frecuente que lo aconsejable. Y si no se lo creen, escuchen la deliciosa pieza “Moonlight Shadow”, quizás la más conocida del artista, y después “Crimen of passion”, el más que obvio intento de emular el éxito de la primera canción pero con voz masculina. Tal vez si la parte vocal la hubiera interpretado Maggie Reilly en lugar de Barry Palmer, el propio Olfield seguro que se hubiera demandado a sí mismo, aunque de manera subconsciente. Para rizar el rizo, años después Miguel CampoViejo completa su trilogía del auto plagio con “Man in the Rain”, esta vez con la cantante folk escocesa Cara Dillon, y con sospechosa similitud a los dos anteriores temas.
De una forma u otra, la música siempre es bella y magnífica, aunque sean plagios, o autoplagios, o plagios subconscientes, o plagios con corazón. Evidentemente, antes de la irrupción de internet era bastante más fácil plagiar que en la actualidad, o quizás habría que matizar que era más fácil hacerlo sin que te pillaran.
A los músicos y a los amantes de la nuena música, nos iría bastante mejor y seríamos mucho más felices si aceptásemos el hecho de que cualquier cosa que se haga es muy probable que ya se haya realizado, y seguramente hasta mejor. Dediquémonos a disfrutar de las buenas canciones sin prestarle demasiada atención de dónde vienen, y sigamos componiendo buenos temas, que diviertan, entretengan y hagan soñar a los demás… aunque algún día transciendan y puedan llegar a ser transmitidas en forma de plagio. De una u otra manera, la música gana, y con ella todos ganamos.
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