Crónica del Festival Udumbara 2019

Cualquiera de la España vaciada que compruebe cómo, con el Festival Udumbara, un pueblo pequeño de 1500 habitantes al sur de Extremadura es capaz, en un fin de semana, de congregar miles de personas procedentes de diferentes territorios en un festival mucho más excitante y alternativo que cualquiera de los festivales que hay en Extremadura, debe darse por satisfecho porque este oasis es una fórmula de éxito.

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Durante 3 días Udumbara ha congregado aproximadamente más de 90 artistas procedentes de todo el Estado, con una importante representación extremeña, descargando todo su arsenal artístico. Y es que en apenas un fin de semana la comarca de las Vegas Bajas se ha llenado de personal con pinturas fluorescentes, extraños ropajes, caras sonrientes, mochilas, rastas, tatuajes, piercings, tiendas de campaña, caravanas y furgonetas. Todo un enjambre de personas no autóctonas y locales, que vienen a disfrutar de la naturaleza y del buen recibimiento que da la población a los temporales inquilinos de las tierras de La Roca.

La conmoción cultural para el pueblo es gracias a los visionarios del colectivo Konfussion (organizadores del Udumbara), y la gran disposición por parte del Ayuntamiento de la Roca al ceder los territorios llamados Los Chozos de la Dehesa, aproximadamente a 2km del pueblo. Además, la Diputación de Badajoz cede los motores que hacen posible que la luz llegue a tan maravilloso paraje.

El sitio es increíblemente precioso. Konfussion, que son extremeños, saben que el lugar es la gallina de los huevos de oro, y si consiguen asentar su idea de festival, junto con el respeto por la naturaleza y la libertad que les concede el ayuntamiento, pueden crear un Udumbara con mucho futuro en Extremadura. Felipe y los suyos saben que Extremadura es vida, es turismo rural, es energía, es libertad, y que nuestra tierra no se vacía, sino que es un Edén de cultura y gentes encantadoras. Han creado un nicho cultural, un oasis sonoro, una isla de cultura libre, un descanso gratuito de cooperación, un hábitat temporal de intercambio de artes decorativas, circenses, tecnológicas y audiovisuales.

Cuando empiezas a atravesar la dehesa, te encuentras diferentes figuras geométricas a modo de estructuras y elementos que se integran en la naturaleza, como si de un lienzo se tratara. La pista de baile se rodea de flores, césped y los diferentes bichos que nos rodean, como si todo fuera un bonito cuento. La sensación de libertad producido por el ambiente, el buen tiempo, las drogas (no lo vamos a negar porque en todos los festivales las hay) nos hacen sentir la alegría, la exaltación de la amistad, y presagiar que los controles de la Guardia Civil no han hecho mucho efecto.

Lo asombroso del Festival Udumbara es que no hay conflictos, no hay lesionados (muchos de ellos van descalzos) y no hay temor a problemas. Las barras del festival, que dan trabajo a la gente de la comarca, hacen buena caja y la economía fluye.

Los tres escenarios responden a las diferentes inquietudes musicales de ese público tan diverso y heterogéneo que disfrutan del trance en Mainfloor, de la electrónica más tribal y ambiental en el ChillGarden, y el punk, metal o rap en el AlterNative.

A medida que te vas moviendo por el terreno del Udumbara, encuentras la frontera natural del río, que separa el lugar del descanso, donde los asistentes aprovechan para dormir, comer, amarse, conocerse…, de la zona de baile, donde las zapatillas y los pies a veces no dan abasto, todo ello comunicado por puentes de madera realizados por la propia organización. Los que ya tenemos familia y somos asiduos a festivales electrónicos (Picnic electronic, SoundBeat, Brunch Electronic) nos hubiera gustado encontrarnos con zonas llamadas “Adult Only” o “Family Friendly”. Lo pudimos comprobar en el escenario Mainfloor, donde el sueño se podía convertir en una pesadilla para un niño, por eso quizás “Adult Only”. En cambio, tanto ChillGarden como AlterNative eran “Family Friendly”, donde los niños podían disfrutar del ambiente y la música sin sobresaltos.

No se nos ha pasado un hecho muy importante a medida que vamos danzando de un lado a otro del marco natural donde nos movemos. La limpieza. No hay rastro de botellón, no hay basura, no hay romería, no hay verbena. Cada individuo cumple con las tres R del reciclaje, porque además nos encontramos con servicios puestos por la organización con la que generar compost, toda una declaración de intenciones.

Y cuando te das cuenta, se hace la noche y es cuando acabas de alucinar y de disfrutar la experiencia, toda esa decoración hecha con materiales naturales con formas múltiples, fractales, estructuras florales, alcanzan su máximo esplendor. Detrás de ello la mano de múltiples colectivos: Hypnótica Visuales, Sumeria Creations, Ganesha Space Garden, Psyara Crew y Token.

A medida que van pasando las horas, vas disfrutando de diferentes artistas en los tres escenarios, desde el Psytrance con guitarras de unos de los fundadores del grupo de metal rap Narco con su proyecto Prozac, hasta el live Rave Indiegena de Supersexy Sound System, pasando por el rap electrónico de la ex de Super 8, conocida como CaveWoman, la sesión cretina de Pedro Wichard (vaticinio de lo que pasaría en las urnas al día siguiente), el punk de RadioStation, el new rave de Paradise Key, o el rock de Massive Stone.

Y llegó la hora de irnos, y nos acordamos de todos aquellos voluntarios que decidieron colaborar a través de mecenazgo, elaboración, montaje, creación de dicho festival, que en una semana formará parte de la memoria colectiva de sus gozadores, y la esperanza de que el civismo, la música y la naturaleza vuelvan a tener su hueco de convivencia en esa pequeña localidad del sur de Extremadura que es La Roca de la Sierra.

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