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Al igual que su majestad Jareth, yo también me enamoré para siempre de una bella y quinceañera Jennifer Connelly, pero sin duda los primeros compases del “Magic Dance” propiciaron que me interesara para siempre por la carrera musical de uno de los artistas más grandes y completos que han existido jamás.
Hay personas que nos gustan sin saber muy bien por qué. Personalmente, David Bowie siempre me cautivó. De niño he de reconocer que algunas de sus canciones, aún sonando algo raras, poseían un encanto y un hado especial, que conseguían sorprenderte cuando te veías repitiendo alguna de sus melodías cada dos por tres. Poco a poco, con el paso del tiempo, repasando su larga, exitosa y noble historia, uno va entendiendo muy bien cual es el motivo: sin duda que es un artista irrepetible.
La noticia de su muerte nos ha sorprendido con el pie cambiado, con el culo torcido, que dirían los de Muchachada Nui, y con una impotencia y una resignación que encumbra el famoso dicho que asegura que siempre son los mejores los que se van.
Sé que la carrera de David Bowie es inmensa, innovadora y que desde el mismo día de su muerte se suceden ríos de tinta narrando su obra, biografía, premios, reconocimientos…. Desde el mostrador de esta Carnicería siempre buscamos de una u otra manera la anécdota, la nota fresca e historia personal, y por ello es de justicia que nos centremos en aquella mágica película y su maravillosa banda sonora.
La película es de una más que recomendable visión independientemente de la edad, pero vive Dios que cualquier treinteañero que se precie no debería perder más tiempo para descargarla en el disco duro de su memoria. La Banda Sonora es formidable. Posee esa mezcla de toque infantil y fantástico, con canciones pop realmente excelentes.
Entre el propio Bowie y Trevor Jones se reparten los doce cortes de un álbum que no tiene desperdicio. Sin duda destacaría entre los temas de Jones, la canción número 4, “Sarah”, una bellísima pieza instrumental solo comparable con la protagonista que interpreta al mismo personaje. Y de David Bowie, además del mítico “Magic Dance” (aunque se hace algo larga) y el tema de apertura, “Underground”, sin duda “As The World Falls Down”, y por supuesto “Within You”, con un break de apertura magnífico y realmente imaginativo.
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Tras el primer visionado, acudí varios fines de semana al video club de mi barrio para tratar de alquilarla. No era nada fácil. Cuando por fin pude alquilarla, creo que la vi como doce o trece veces durante dos mágicos días. Incluso grabé desde la tele todas las canciones en mi viejo radio casette. Años más tarde tampoco me fue fácil conseguir el CD de la Banda Sonora, pero finalmente desde la mitológica tienda de discos pacense “Itaca”, la logré encargar tras pagarla a precio de oro.
La muerte de David Bowie no solo significa una pérdida irreparable para el mundo de la música. También se ha llevado a un mito de la infancia de muchos. Se habla de un nuevo remake de la película, pero entre nosotros ya les digo que no vale la pena. El Rey (de los Goblins) ha muerto, y nadie podrá portar su singular corona. Solo la bella Sarah parecía inmune a su poder: “No tienes poder sobre mí”- Le susurró para acabar con el maleficio. No todos podemos presumir de ello. ¡Larga vida al Rey de los Goblins! ¡Para siempre jamás!.
Contacta conmigo desde blogdeenriquefalco@hotmail.com
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Nos encanta lo que escribes, Enrique! Y esta entrada sobre David Bowie nos ha transportado a otra época. Esperamos al siguiente artículo.
Que me pongo colorá!!!!! ? Gracias amigos! La verdad es que escribiendo sobre lo que a uno más le gusta no deja de ser un placer!
Gran artículo Enrique, un saludo
Muchas gracias amigo Luis! Una peli y una Banda Sonora mágica que no me canso de ver y escuchar! Gracias por tus palabras!