Cada año, la Comunidad Autónoma de Extremadura, en vísperas de su Patrona, la Virgen de Guadalupe, otorga su máxima distinción Institucional: Las Medallas de Extremadura.
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Tanto personas como entidades, asociaciones, corporaciones de todo tipo, pueden ser merecedoras de este galardón, que intenta premiar los méritos y, sobre todo, los servicios prestados por aquellos a la región, bien en este año o a lo largo de una que puede ser larga trayectoria.
No todos los años me han parecido los premiados especialmente merecedores de tan alta distinción. Algunas de las medallas que se conceden (máximo 10) a personas o entidades del mundo artístico, deportivo, de la política o las finanzas, entre otros aspectos, estoy segura que no siempre respondieron al beneplácito de todos, sino que crearon algún que otro comentario adverso. Pero no es el caso de ésta, su edición número treinta, en que el Consejo de Gobierno ha decidido entre las cinco medallas concedidas, las que ex aequo premian a la Federación Extremeña de Folklore y al grupo musical de folk, Acetre, y presiento que la unanimidad por parte de los extremeños existe.
Si algo se debe a la tan denostaba época franquista, fue la inquietud y el cariño que se mostró en aquella larga etapa de nuestra historia por los valores tradicionales y la difusión de la cultura tradicional. Esta tarea primordial, la recuperación y conservación del folklore español, fue una gran labor realizada por los Coros y Danzas de España, creados en 1939 dentro de la Sección Femenina del Movimiento Nacional. Su objetivo no era solo cultural, hay que decirlo, sino también importante instrumento de propaganda y exaltación patriótica.
Es evidente que la Sección Femenina contó en su tarea con el aval de muchos expertos, personas de prestigio que se involucraron en conseguir documentación etnográfica concerniente a la música y la danza, los bailes, los cantos, y los trajes, en una labor inmensa de recopilación que ha quedado como un ejemplo de bien hacer incontestable.
En la región extremeña es impagable la contribución de personas como Manuel García Matos, Angela Capdevielle, que se unieron en el esfuerzo a Rafael Benedito, Maruja Sampelayo, y atraídos por nuestro folklore, Bonifacio Gil y Alan Lomax, por poner los nombres de los más conocidos, además de un largo etcétera de prestigiosos profesionales, en una tarea inmensa de recopilación, exhibición y difusión.
En estos momentos son un total de 84 agrupaciones las que componen la Federación, y no cabe duda de que están realizando, por lo general, una extraordinaria labor. Por eso, a mí me ha parecido excelente la decisión de que de las 20 candidatas este año a las Medallas de Extremadura, entre las que estaba la Federación Extremeña de Folklore, se la haya elegido, y pueda ostentar el alto honor que le concede el Consejo de Gobierno de la Junta.
Y está bien, además, que lo haga ex aequo con el grupo musical Folk, Acetre, porque en cierto modo es juntar el pasado con el presente. La Federación de Folklore es la fuente, la reserva natural, el crisol, la sabiduría acumulada durante siglos, y Acetre es la savia nueva que bebe de aquella, que la recrea, la estiliza y la envuelve en un halo de modernidad.
Acetre lleva 40 años recreando el folklore extremeño y oliventino con cuanto de raíces lusas éste último tiene, tratando de seducir con sus aportes frescos, basados en una música tradicional que inspira y que presenta con un cuadro de voces e instrumentistas excelentes, y que va paseando por toda España y más allá de nuestras fronteras la música de raíz que llamamos Folk.
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