¿Cuál es tu procedencia musical?
Desde pequeña recuerdo improvisar con el violín con cualquier música que sonara en la radio. Un antes y un después fue cuando me hice con el álbum «Washing Machine», de Sonic Youth, y lo que sentía tocando cuando empezaba Becuz.
Salí con un dj que me animó a seguir con el violín y con la impro, y un año de Erasmus en Sicilia, que me dio por llevarme el instrumento, fue decisivo. No sé qué tiene esa isla, o la resonancia de la casa en la que vivía, pero hizo que le sacara mejor sonido que nunca.
Seguí con clases de violín con la gran Luda Mesropian, que me ayudó a tocar sin tensión, sin tanto juicio y con mayor conciencia corporal: eso que no se aprende en el conservatorio.
Entre 2008 y 2012 (¿o 2013?) estuve en un proyecto de Rock experimental improvisado, Post-Rock o como lo quieras llamar en el que cada uno veníamos de mundos e influencias muy variadas. Ensayábamos (improvisábamos) horas cada viernes, y evolucionamos todos mucho esos años. Fue una práctica intensa. Pretendía ser algo bastante místico…, y lo fue.
¿Cuáles son las influencias que te han ayudado al aprendizaje de tu lenguaje improvisatorio?
El solo de Fred Frith en La Casa Encendida en 2012 me marcó mucho. En 2013 hice un taller con Katie Duck y Alfredo Genovesi para desarrollar la escucha conjunta entre músicos y bailarines en improvisación. Era la única música como alumna, y fueron casi como clases particulares por parte de Alfredo.
Me cambió el concepto de proyectar el sonido desde la idea de una línea melódica -más impositivo- a más bien lanzar sonidos (y silencios) en el espacio que se mueven con los bailarines.
Nombro a unos pocos: Sonic Youth ante todo, Angelo Badalamenti, Frank Zappa, King Crimson, Henry Cow, Morphine, Lydia Lunch, Nick Cave, Siouxsie and the Banshees, Nina Hagen, Godflesh, John Zorn, Mike Patton, PJ Harvey, Diamanda Galas, Tortoise, Terry Riley, Fred Frith, Messiaen, Mary Halvorson, Stereolab, The Smiths, Steve Reich, Goblin, The Velvet Underground, The Melvins, Bjork, David Bowie, Zeena Parkins, Fantomas y tantos otros…
¿Cuándo y cómo llegaste a la improvisación libre?
En la facultad tenía compañeros de «En busca del pasto», y supongo que fue en algún concierto suyo en 2005 donde conocí más a fondo la improvisación libre. Yo ya improvisaba entonces, pero me impresionó encontrarme con esas atmósferas. Alguna vez nos hemos juntado a tocar y nos hemos marcado un «pastazo».
La verdad es que le debo mucho al espacio MMM (Martes Musicales en Miércoles) que se abrió desde Raras Músicas en 2013, gracias al cual músicos menos conocidos interesados en la práctica de la Improvisación Libre pudimos encontrarnos.
Por supuesto, gracias a Chefa Alonso, con cuyo taller a principios de 2013 se me abrió todo un mundo en el que todo sonaba diferente, hasta fregar los platos. Y después fue importante seguir con el aprendizaje en los talleres de Improvisación Libre con Ricardo Tejero y Gregorio Kazaroff, y en el de Wade Matthews.
También tengo que agradecer a Víctor Sequí o a Marta Sainz el contar conmigo en algunos conciertos allá por 2014, por ejemplo, con el Dúo Equipo Elevador. Creo que cuando empecé a sonar con electrónica encontré un sonido muy propio.
¿Qué actividades desarrollas como improvisadora?
Me interesa mucho la improvisación interdisciplinar. Para mí es importante, cuando el cuerpo entra en juego, no centrarme en un tipo de danza o modo de hacer performance: solo trabajo creativo de improvisación donde el cuerpo se ponga en movimiento y en acción. Se habla de que para un músico su instrumento debe ser parte de su cuerpo, pero paralelamente hay un gran olvido del cuerpo y en tanto que sus potencialidades expresivas las pone en servicio del sonido.
Me interesan cómo pueden dialogar el lenguaje musical y el cinematográfico, la interacción audiovisual, el encuentro, la confusión…, el baile entre esos códigos, sonido e imagen. Por eso también me interesa la performance, el desarrollo de las imágenes y su implicación simbólica (o su literalidad: esa falta de narración propia de la performance es lo que a mi juicio hace que esté intrínsecamente ligada a la música, esas relaciones abstractas de comunicación).
Sobre todo estoy en contra de poner etiquetas. Por ejemplo, si algo es o no una ‘performance’ poco me importa, sólo me preocupa si considero que es un buen trabajo y si lo disfruté.
Por poner algunos ejemplos de improvisaciones multidisciplinares con las que he podido desarrollar ‘otra’ escucha no solo centrada en el sonido, he tocado con el pintor Alfredo Santos, quien lleva muuchos años improvisando con músicos; con la bailarina Azahara Ubera, con la que colaboré en su proyecto ‘Corales’ en el Reina Sofía; con las bailarinas María Ferrara o Marianela León; con Ebba Rohweder poniendo música en directo a dos cortos experimentales de Maya Deren; con la performer Lorena Izquierdo; entre otras ocasiones en los interludios del festival ‘Punto de Encuentro’ de la AMEE en Medialab-Prado, que trataba de esta conexión entre imagen y sonido; toqué también en la obra de teatro físico ‘La metamorfosis’ en La puerta estrecha; con el poeta Peter Wessel acompañando sus poesías –sus polyfonías- en la sesión13 de Raras Músicas en 2013, etc.
He puesto también música a algunos de mis cortos, seleccionados en festivales como Unseen Zinema o Zumo de Vídeo. Cuando grabo, lo vivo como improvisaciones con cámara, diálogos que son al fin y al cabo movimientos entre mi mano, los objetos y la luz.
También me gusta escribir poesía, que suele salir casi de un golpe (cuánto hay de improvisación en ese proceso creativo de sacar afuera, eso ya es otra historia). Ahora tengo pendiente seguir experimentando con la voz, ya que en realidad para mí el sonido del violín siempre ha querido ser el de mi propia voz, además de ponerme con violín flamenco.
¿Cuál crees que es tu papel en la escena de la improvisación?
Me cuesta mucho responder a esta pregunta. No sé cuál es mi papel en general. Sólo sé que creo que cuando improviso es el único momento en que puedo estar concentrada en algo, estar ahí, presente.
Busco esa sensación en la que se unen pensamiento y acción. Si seguí en el conservatorio en Grado Medio unos años más fue porque notaba que desarrollar el oído me ayudaba a hacer sonar las notas que tenía en la cabeza.
Necesito esa sensación de que puede pasar cualquier cosa, y puedo hacer y tocar lo que sienta en ese momento, sin miedo a lo desconocido: de estar abierta a nuevos sonidos y experiencias en definitiva, a sorprenderme. También por eso me gusta improvisar con artistas muy diferentes. Para mí es importante no tener ideas preconcebidas de cómo quiero o creo que va a sonar cuando me junto a tocar con alguien.
¿Podrías explicar brevemente tu concepto musical?
¡Música eres tú! La verdad es que nunca me interesó mucho practicar la exactitud de la afinación. Me interesaba más bien cómo mi mano, con movimientos sutiles, podía expresar lo que me transmitían las piezas musicales que realmente me hacían vibrar, y lo que yo entendía que me querían decir. No digo con eso que la afinación no esté ligada a la expresión.
Por otro lado, no quiero forzarme a buscar ruidos no convencionales con el instrumento simplemente por usar técnicas extendidas si en ese momento no me sale hacerlas, o si ese sonido no me gusta en realidad. Claro que si no pruebas, entonces no saldrán. Pero si solo quiero hacer lo que salga de dentro… (es curioso este aprendizaje).
Indicar links, web personales, grabaciones.
Tengo pendiente hacerme una página web, de momento ahí van algunos links:
Bandcamp
Blog
Ver Alba Morín+Cecilia Gala+Tatsuru Arai+Kike Kabtzike: CódigoAbierto#3
Ver Hammerhead: Ángel Ontalva, Alba Morín, Samuel Hall, Ivor Tamplin
Vimeo,
Disco Solariana – 7 solos de 7 músicos
Vídeo Rosalind Hall, Marta Sainz, Maryah Marymotto, Alba Morín
Vídeo Facebook
Me encanta! Ojalá te escuche pronto en directo.