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Sin embargo, McMorrow no ha aparecido por arte de magia ni es fruto de la mercadotecnia. Ya cuando nos visitó en octubre, con sendos conciertos en Madrid y Barcelona, antes de hacerse público lo del anuncio navideño, congregó una muy nutrida cantidad de seguidores en ambas ciudades. En Madrid era su segundo concierto, tras deslumbrar en el Día de la Música de 2012. En Barcelona, su debut. También San Sebastián se rindió a sus encantos este julio, en el Escenario Verde de Jazzaldia. En esas visitas ha ido sembrando lo que ahora está recogiendo. Primero, gracias a su LP de debut, “Early In The Morning” (2010) -antes había publicado dos EPs-, sedujo tanto a los fans de Iron And Wine con sus historias, a los de Fleet Foxes y Avett Brothers con sus armonías y también, y sobre todo, a los de Bon Iver con su sensibilidad adhesiva.
Era un pop-folk que ofrecía alternativas a quienes buscaban una versión menos “mainstream” de lo que proyectan Dave Matthews Band oMumford & Sons. Ese primer disco fue merecedor en 2012 del European Borders Breakers Award, galardón que se concede a obras de debut que triunfan de manera muy llamativa más allá de su país. Y luego ha llegado el golpe de gracia con su sucesor, “Post Tropical”, (2014), el que incluye la archiconocida “Glacier”, sorprendente en su nueva querencia por la electrónica y los sintetizadores en los arreglos, un giro que coincide bastante con la senda que recorre James Blake. Diez canciones de soul poético con texturas del siglo XXI, para nada a rebufo de lo retro, listas para expandir su nómina de seducidos.
Como así ha ocurrido. Algo que no es de extrañar si, más allá del afortunado anuncio, recordamos que sus conciertos de octubre provocaron reacciones como esta de la reseña madrileña de ‘El País’: «Uno de los conciertos más intensos y conmovedores que ha conocido la ciudad durante 2014 (…) McMorrow fue capaz de evocar lo mejor de Bon Iver, James Blake, Antony Hegarty o Iron And Wine, incluso sin amplificación (‘And If My Heart Should Somehow Stop’)».
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