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Todos los sectores han sufrido en estos años de crisis económica, pero el mundo del arte se ha sentido dañado de forma especial. Y es que el arte no entra en las primeras necesidades, como algunos piensan. ¿De veras? ¿No es alimento espiritual irrenunciable? ¿Cabe pensar un país sin arte, sin cultura, sin creación artística? O sin respeto debido a ella, o la participación en ella. ¿No es entonces un país falto de vida? Eso creemos, pero es muy difícil que el arte florezca si no tiene el apoyo del Estado.
En un país como el nuestro, tan lleno de creatividad, no existe una planificación artística, y mucho menos musical desde los primeros inicios educativos. La música nunca fue tomada en serio en la configuración de nuestras leyes de educación. No se contempló seriamente el formar un público amante de la música, y que el país pudiera crecer culturalmente en este sentido, con lo importante que es dar a los jóvenes esa oportunidad.
Si algo hay envidiable en Venezuela, el país que arrastra un régimen político catastrófico, es el famoso Sistema Nacional de Orquestas y Coros Juveniles e Infantiles (conocido como El Sistema). Una obra social y cultural del Estado, que fue concebida y fundada en 1975 durante la presidencia de Carlos Andrés Pérez, por el maestro y músico venezolano José Antonio Abreu para sistematizar la instrucción y la práctica colectiva e individual de la música a través de orquestas sinfónicas y coros, como instrumentos de organización social y de desarrollo humanístico. Este modelo pedagógico, artístico y social, que ha alcanzado relevancia en el mundo entero, constituye el programa de responsabilidad social de mayor impacto en la historia de Venezuela.
Hijo de El Sistema es el brillante y joven director de 35 años Gustavo Dudamel, que es un fenómeno en todo el mundo por su pasión, su manera de hacer música que vigoriza a públicos de todas las edades, en todo el mundo. Actualmente es el director musical de la Orquesta Sinfónica Simón Bolívar de Venezuela (OSSBV) y de la Filarmónica de Los Ángeles (LA Phil), y el impacto de su liderazgo musical se siente en varios continentes al ser constantemente invitado a dirigir algunas de las más prestigiosas orquestas del mundo.
Dudamel es un músico excepcional que deja el nombre de Venezuela muy alto. En el tan difícil y cerrado escenario de la dirección orquestal, no ha pasado inadvertido. Gustavo Dudamel es aclamado por su actitud ante la orquesta, y por su trabajo en beneficio de las clases más humildes venezolanas, de las que tantos músicos extrae ese Sistema ejemplar.
España no ha encontrado en sus dirigentes la sensibilidad suficiente para acometer seriamente la educación musical. No se han hecho apenas esfuerzos para que los jóvenes tengan acceso a la música. Y ya para colmo, fuera del ámbito educativo está ese agravio a los creadores que estos días están tratando de frenar la legislación vigente, por la cual los autores no pueden compatibilizar su pensión de jubilación con los ingresos derivados de su actividad creativa. Algo insólito. Es decir, que un autor que percibe una remuneración por la música que a lo largo de su vida ha compuesto, una vez que se jubila no tiene derecho a seguir cobrando lo que siga generando el fruto de su inspiración y trabajo.
Actualmente se están celebrando reuniones con los principales partidos políticos, asesores jurídicos y fiscales con el objetivo de evidenciar el agravio que supone para los creadores la actual legislación. Todo esto es indignante. Es un maltrato a los artistas.
En una ocasión, y coincidiendo con una campaña electoral, en charla con la gran mezzo-soprano Teresa Berganza, me manifestaba que a ella no le faltarían arrestos para crear un partido político de artistas. Tal vez fuera la manera de que los creadores de todos los ámbitos de la cultura tuviesen una plataforma para dejarse oír. Para primarla por encima de otras disciplinas, defender con ahínco la ley de Mecenazgo, el IVA cultural y tantas otras cosas como necesita esta España de nuestros pecados.
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