Metallica: que no estaban muertos, estaban de parranda

Más de tres décadas nos separan del lanzamiento del álbum debut de Metallica, Kill ‘Em All, que daría un vuelco a la escena underground de Estados Unidos sentando las bases del género Thrash Metal, hasta entonces prácticamente desconocido.

Aquel 25 de julio de 1983, unos jovencísimos Heatfield y Ulrich ignoraban por completo los más de 110 millones de álbumes que venderían a lo largo de su carrera.

metallica Nueve años después de su última visita, Metallica volvió a rugir el pasado 7 de febrero en la capital catalana. Las altas expectativas tras el fulminante récord histórico de asistencia en el WiZink Center de Madrid, con 17.267 espectadores, no intimidaron a la banda californiana, que consiguió colgar el cartel de «entradas agotadas» en un abarrotado Palau Sant Jordi.

La noche barcelonesa se atavió con chupa de cuero y tachuelas para dar la bienvenida a los indiscutibles líderes del metal, en el espectáculo más esperado del año.

En torno al peculiar escenario de 360º con batería giratoria situado en el centro de la pista, se congregaron miles de devotos feligreses en busca del mejor altar para venerar a su deidad, inquietos, examinando el lugar con nerviosismo contagioso.

Varias decenas de pantallas móviles en forma de cubo, que se desplazaban sobre la escena proyectando diferentes imágenes, ponían la guinda a una escenografía rompedora y llamativa.

Tras la actuación del veterano grupo noruego Kvelertak, que enfrentó la complicada tarea de entretener a un público impaciente, la oscuridad despertó a los asistentes de su letargo: exit ligh, enter night.

El show comenzaba. El mítico ‘Ectasy of Gold’, banda sonora de ‘El bueno, el feo y el malo’, hizo acto de presencia poniendo en pie a cada uno de los espectadores.

Hetfield, Ulrich, Kirk y Trujillo pusieron fin a la espera con una entrada apoteósica a ritmo de ‘Hardwired’, arrancando un ensordecedor rugido a un público magnetizado entre pantallas móviles que teñían sus rostros de rojo.

La moderna y original puesta en escena no ambicionaba sustituir la veteranía y verdadera esencia añeja de los de Bay Area, conscientes de las distintas generaciones de seguidores que allí se reunieron.

Tras satisfacer a su público más primerizo y darles la bienvenida a la «Metallica Family», Hetfield y los suyos no quisieron descuidar a sus seguidores de la vieja escuela. ‘Seek and destroy’ fue el primer gran momento de la noche, con un Ulrich contagiado por el fervor de una marea de cuerpos que saltaban manos arriba, y un cielo arañado por miles de manos cornutas que se mostraban orgullosas.

Lejos de aminorar el ritmo, el grupo californiano demostró himno tras himno, con espectáculo de pirotecnia incluido, por qué Metallica es, desde los albores de los años 80, la piedra angular del thrash metal con temas de solera que conforman, a día de hoy, los primeros puestos en la lista de mejores canciones de la historia del rock: ‘Nothing else matters’, ‘One’, ‘Master of puppets’, ‘Welcome Home’ o ‘Through the never’ tras la advertencia con voz rota de un Hetfield inagotable: «si queréis vivir para siempre, antes tendréis que morir».

Sn embargo, y como en todo buen show que se precie, la joya de la corona quedó reservada para el final.

‘Enter Sandman’ puso el broche de oro a una fiesta del metal, cuyos asistentes recordarán como la noche en que Metallica demostró que el rock está más vivo que nunca.

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