Mozart no pensaría esto – Arín Dodó, capitulo cuatro

El año 2006 fue un año bastante “airado”. Digo esto porque tuve bastantes encontronazos (no violentos, pero sí con diferencias de opinión claras) con los miembros relacionados con el proyecto de Poliedro Kobold.

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Nuestras relaciones personales eran buenas, pero no teníamos el mismo concepto de lo que tiene que ser el arte en general y la música en particular. Yo seguía intentando llevar hacia adelante la “filosofía kobold”, aquella que reivindica la parte más “degenerada” del arte. Mi concepto musical se aproximaba a los ruidos y a una armonía desectructurada… Mis compañeros eran más de la opinión de que hay que seguir unas reglas para que un producto determinado funcione. Yo no tenía eso nada claro, y el cuerpo me pedía salirme de esas reglas. Como en más de una ocasión, escuché que lo que yo intentaba hacer no era “música”, pues nada… llegué a convencerme de que yo tampoco podía considerarme “músico”; algo que en el fondo, en vez de producirme frustración, lo que hizo es que cada vez me sintiera más libre al no estar obligado a hacer algo del gusto de los demás. Debussy compuso el “Preludio a la siesta de un fauno”. Uno de los conciertos de Bramdemburgo de Bach es el no.2 en Fa mayor. Pues bien, yo empecé ese año componiendo el “Preludio en una tonalidad desconocida para mí” (que a la larga fue una de las bases del nuevo proyecto: Arín Dodó); y a partir de ese momento me autodenominé “procesador de ideas autónomo y autosuficiente liberado de condicionantes económicos y sociales”. Hay muchos poetas, músicos, artistas… y yo no soy nada de eso. Yo sólo soy “un procesador de ideas”. De este género, que yo sepa, sólo conozco a uno. Eso me dio pie a hacer exactamente a partir de ese momento lo que me diera la gana, sin tener que responder ante nada ni nadie, sólo ante mí mismo. ¿No es arte? ¿no es música? ¿y qué?  Al menos lo que tenía que ofrecer era un producto propio y con marca de la casa, para que lo aproveche quien quiera.

     Así empecé a montar lo que llamaría 12 maneras de evitar a un idiota,  una de las obras con las que más contento estoy del resultado obtenido. Hay textos surrealistas, automatizados, sin un significado claro y racional, pero fonéticamente muy ricos. Hay otros textos que reflejan claramente las ideas que me rondaban por la cabeza, y que son una declaración de principios en contra de los dogmas e ideas establecidas. Es el resultado de la confluencia de algunas ideas delirantes y de sueños no cohibidos, perpetrados en lugares tan inhóspitos para las musas y para la inspiración como son los retretes y las cocinas ricas en grasas saturadas. Vamos, es una “ida de olla” que me satisfizo completamente y que me dio la seguridad de que el bache que había tenido anteriormente había pasado. Musicalmente los temas todavía toman mucho del jazz o del blues, pero ya se van viendo distancias con esos tipos de músicas. Me gustan mucho “La historia de Marta, según ella misma”, porque por primera vez puse una sección de vientos; “Veintisiete letras y un dromedario”, “Tempestad en Bondo” o “Diálogos sucintos de violencia y sudor”, donde incorporo sonidos de metralletas para sustituir un “solo” de cualquier otro instrumento. Eso, como otras veces, da idea de inmediatez y simplicidad, una constante que ha estado presente en muchas de las cosas que he grabado.

Pero ahí hay un tema especial, que siempre lo he tenido muy presente y al que le tengo un afecto como a ningún otro. Ese es “La guía didáctica para conseguir un suicidio sofisticado”. Todavía lo utilizo en ocasiones para hacer sesiones de improvisación, lo he usado en obras de teatro… bueno, de esto hablaré en otra ocasión. No puedo acabar este capítulo sin añadir esta guía indispensable para reivindicar los criterios personales y en oposición a los que dictan las normas:

“Guía didáctica para llevar a cabo un suicidio sofisticado”
Si quiere convertirse en una persona especial, y no del montón, siga con todo rigor estas normas, y deje los suicidios vulgares para otras personas de menor rango que el suyo. Nada de tirarse por una ventana o ahorcarse. Esto no lo podría permitir la empresa número uno en suicidios colectivos:

1º. Permanezca de pie en un paredón. Éste lo puede adornar, si gusta, con una bandera de su país (es un detalle bastante honorable).
2º. Coja una pistola, de un calibre considerable, y apunte con ella al espacio que está enfrente de usted.
3º. En dicha posición (en la opuesta a la que usted ocupa) coloque un espectrómetro de masas dotado de un campo magnético.
4º. Dispare. Dicho campo magnético conseguirá que la bala cargada cambie de sentido su trayectoria y se dirija hacia usted.
5º. Si puede soportarlo, espere a que la bala llegue a su destino.
6º. Cuando esto ocurra, usted habrá entrado en la nada desdeñable lista de personas privilegiadas e inimitables. Será envidiado por todos, puesto que habrá tenido un suicidio único y original.

Esperamos que todas estas indicaciones hayan sido de su agrado. Si desea conocer las condiciones del contrato no dude en ponerse en contacto con nosotros. Gracias y buen viaje.

Atentamente, J.G. Entonado & Arín Dodó

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