¿Por qué hablaremos de niños prodigio en este artículo? Recientemente, en una edición de Las Joyas de la Castafiore, mi programa semanal de radio que presento en Canal Extremadura, se me ocurrió presentar a los oyentes aquel gran primer éxito que todo artista tiene, y que lamentablemente en muchas ocasiones no llega a ser superado, aunque no debemos confundirlo con aquellos artistas que sólo obtienen un éxito en su carrera.
Indico lo de curiosamente porque ambas personalidades ostentaban numerosas cosas en común, más allá del color de la piel, sin pretender, dicho sea de paso, hacer leña del árbol caído respecto al color de la piel del pequeño de los Jackson Five.
Ambos niños prodigio comenzaron muy pronto en el mundo de la música, quizás demasiado, y los dos estuvieron sometidos al control de la Motown. El pequeño Steve sin duda influiría en el pequeño Michael, y más tarde éste en el resto del mundo con ayuda, entre otros, del propio Wonder, quien escribió algunas grandes canciones para él como «I cant help it». Ambos se ganaron el paso de la niñez a la edad adulta a través de grandes temas que convirtieron en inolvidables.
Personalmente, para Steve Wonder, aunque en primera opción iba a elegir «Supertition» del año 72 (con aquel genial comienzo de batería tan característico), de corazón creo que se ganó el paso de niño a hombre unos años antes cuando en el 68 llegó a sus manos una demo de «For Once In My Life» (acreditada a los compositores Ron Miller y Orlando Murden), y subiéndose a las barbas del mismo Berry Gordy, la hizo suya, además de convertirla en maravillosa y eterna para la historia.
En el caso de Jackson, no hubo más que esperar al que cada día que pasa me parece el mejor y más auténtico disco de Michael, «Off the wall», y me decanté por la deliciosa «Rock With You», aunque bien hubiera podido elegir a su single predecesor, «Don’t stop til you get enough».
Todo esto viene a cuento cuando momentos después, reflexionando sobre estas casualidades y circunstancias, me planteaba a los actuales niños prodigios y adolescentes a los que hemos visto crecer en los últimos años en el mundo de la música.
No quiero resultar pesado y cansino insistiendo en que cualquier tiempo pasado fue mejor, pero las comparaciones con estos dos genios serían más que odiosas. El problema quizás radica en que no se han criado con la misma filosofía. Es decir, no nos engañemos, la música en los 50 y en los 60 también era un negocio y un compendio de intereses, sin duda, y estos jóvencisimos artistas, estos niños prodigio, fueron explotados, pero aun así se fomentaba la calidad y creatividad de los músicos sin venderlos como cachos de carne.
Poca gente parece ser conocedora de que Justin Beaber toca con más que acierto varios instrumentos y que compone sus propias canciones, cuando lo presentan como un jovencito que hace las deliciosas de las histéricas de turno por ser tan increiblemente guapo y atractivo.
A grupos formados por adolescentes, como por ejemplo a los Jonas Brothers, quienes también se encargaban de tocar sus propios instrumentos y componer sus canciones, en la década de 2000 los explotaron desde un canal dedicado a niños hasta la saciedad, y no digamos a Miley Cyrus.
Y ya a título personal, perdonad que vuestro siempre seguro servidor carnicero, además de filetear la mejor carnaca mensual para vosotros, se tome la libertad de divagar de vez en cuando en el mostrador de esta insigne carnicería en pos de la búsqueda de la pureza de la mayor magia que existe: La música. Siempre nos quedará la música. Sería horrible vivir sin ella… yo personalmente no puedo imaginar un infierno más horrible y desolador.
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