Notas de paso – La educación de la sensibilidad

Unas recientes manifestaciones a los Medios de comunicación del director de orquesta y pianista Daniel Barenboim me dan pie para exteriorizar lo que desde siempre me causa enorme contrariedad, y algo que practican con total impunidad tantos y tantos profesionales de Radio y Televisión.

Me molesta entrar en este asunto por haber sido  profesional del Medio, pero ha sido uno de mis caballos de batalla y es hora de que dedique un comentario siquiera a lo que yo estimo que se trata de una falta enorme de sensibilidad.  

“La Música -dice Barenboim- le da al ser humano la posibilidad de desarrollar su cerebro y de tener una riqueza emocional que no la puede obtener ni siquiera con la literatura o la pintura, porque le falta el elemento del tiempo”, añadiendo luego el papel trascendental que tiene en la educación de la sensibilidad.

¿Cuántas veces escuchamos o vemos un programa, frecuentemente un telediario que acaba con unos más o menos numerosos compases musicales, y que, abruptamente, son cercenados de un machetazo, para golpearnos de pronto con un chirriante anuncio publicitario? Incontables.

¿Cuántas veces – y esto me desquicia- se nos ofrece un magnífico espectáculo visual y sonoro, pongamos la inauguración de unos juegos deportivos, unas olimpiadas, la retransmisión de una boda regia o un gran acontecimiento con gran despliegue de imágenes y música, y lo que allí se ofrece apenas puede escucharse porque hay unos locutores que ajenos a lo que suena y lo que en directo se muestra, nos llevan a lugares comunes que nada tienen que ver con el momento en cuestión, hablándonos de sus únicas inquietudes: los goles que puede meter esta selección, las glorias que esperamos de nuestros representantes en la contienda y bla bla bla, sin parar? Infinitas.

Y si se trata de retransmitir una boda regia, como digo, el despliegue sonoro de orquesta, coros, solistas…, no tengan cuidado que nos lo hurtaran como siempre porque las corresponsales de turno mientras suena la música no  dejarán de hablar de los tocados de las señoras invitadas, los trajes que lucen las damas, cosidos por este o aquel modisto y bla bla bla, sin parar.

Todo parece que confabuladas intenten no darnos ocasión de oír lo que suena bajo las bóvedas de la catedral. Porque eso ¿qué importa? Los oyentes o televidentes están ahí, no para prestar oídos a la música, sino para escucharlas a ellas, las intervenciones tantas veces insulsas con las que las “comunicadoras” tienen a bien ilustrarnos.

No tengo que decir el concepto que tengo de estos profesionales con sus nombres y apellidos que, salvo escasas pero honrosas excepciones, demuestran gran falta de sensibilidad. Pero claro, con ser ellos los culpables, no lo son del todo.

¿Están sus superiores contentos y conformes con el trabajo realizado? Si lo están, muestran también lo mismo, y si no lo están ¿por qué lo toleran? ¡Cuántas veces he estado tentada de llamar a los estudios y decir “Por favor: Ya está bien. Que se callen” Es todo un cúmulo de despropósitos, de falta de tantas cosas que…

Resumiendo: ¡Cuánta educación musical nos hace falta!… Pero como a la música no   le dan importancia, aunque sea esencial para la formación de la sensibilidad, y los políticos no reparan en ella…

Y digo yo, que si al menos quienes no la sienten y la valoran tienen el respeto de pensar que, en ciertos acontecimientos, lo que suena puede interesar a algún oyente y se callan… algo habremos ganado.

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