Han pasado muchas cosas desde la última visita del francotirador de la telecaster a esta ciudad. Siendo cáusticos, no puede decirse que Wilko Johnson no haya estado entretenido en todo este tiempo. Todo empezó con el documental que Julien Temple dedicó a su antigua banda, Dr. Feelgood, el indispensable Oil City Confidential.
Muchos se interesaron por el legado de Wilko y su figura empezó a cobrar vida entre la gente joven, asistiendo a sus conciertos y reivindicándole entre sus héroes (como podría ser el caso de los Strypes). Ya saben aquello de nunca es tarde si la dicha es buena. Excepcionalmente con Wilko, pues sus conciertos han sido siempre una prueba irrebatible de pasión, una manifestación artística que no tiene comparación posible. Que el número de asistentes a sus conciertos creciera paulatinamente entre 2010 y 2011 no es fruto de un hype pasajero, es el reconocimiento merecido a una forma de entender la vida que ha sido y es única e irrepetible. En esta vida está Wilko y luego los demás.
El aura maniaco-ego centrista del personaje siguió creciendo cuando el músico apareció como actor en la serie de la HBO, Juego De Tronos. Pero como todo en esta vida, un golpe es suficiente para devolverte al otro lado de la línea, esa que separa la realidad de la fábula, la ilusión si quieren.
El golpe llegó en forma de cáncer, un irrespetuoso y violento cáncer, aquél que le arrebató a su querida Irene, con quien crió a sus dos hijos. Wilko siguió tocando haciendo caso omiso a la quimioterapia, a la advertencia de la medicina general. Total, si este era el final se iba a despedir de la única forma en que sabía hacerlo, poniendo los clubs patas arribas. Un disco junto a Roger Daltrey en el que revisitaba cancionero propio (y una versión de Dylan), le llevó a lo más alto de las listas británicas. Irónico aunque bello. Pero esperen, aún hay más…
«Vamos, durante un año he vivido con la creencia de que iba a morir. Fue al final de ese año tan extraño que unos doctores en Cambridge me dijeron que sí podían intentar operar y extirpar ese cáncer. Fue un ofrecimiento positivo, después de haber conocido una única salida, que era la de operar para alargar un poco la enfermedad y la vida; quizás unos meses.
Así que me dije a mí mismo: “De acuerdo, no tengo nada que perder”. Así que me operaron y extrajeron ese enorme tumor de tres kilos que parecía del tamaño de un bebé. Fue todo un suceso, todos los cirujanos se felicitaron, parecía un buen trabajo. Y claro, nadie más que yo tenía motivos para celebrarlo. Especialmente si miro atrás y pienso en ese año en el que todo lo que veía era mi vida llegando a su final.
Mírame ahora, solo puedo pensar en seguir adelante. Esa operación ha marcado el inicio de lo que pudo ser el final». Así me lo relataba Wilko durante una entrevista para la web de Ruta 66. La leche, el maníaco había burlado a la muerte, todo ello después de haberse despedido de sus fans, de editar sus memorias, del disco con Rog, de Juego De Tronos, del documental de Temple… Le vi en directo hace unos meses, abriendo para los Who en el Albert Hall.
Doce años separaban este show de mi primer encuentro con Wilko. Nada había cambiado, fue igual de excitante y canalla, una expresión artística y musical que no tiene comparación ni la tendrá en otros cien años. ¿Había vuelto? No, porque nunca se fue. Y aquí estamos, contentos de que así sea y de que vuelva a nuestra ciudad. Ahhh, por supuesto, viene acompañado de Dylan Howe y su fiel escudero, el bajista Norman Watt-Roy, que por sí mismo vale el precio de un ticket».
SERGIO MARTOS (Ruta 66)
WILKO JOHNSON
Miércoles, 27 de enero de 2016
Teatre Apolo. Pequeños Grandes Momentos 1906
Av. del Paraŀlel, 59, Barcelona
21h / Entradas a la venta en: www.proticketing.com