Os dejamos un texto del músico Miguel Ángel Marín nos el que hace una pequeña reflexión sobre música e improvisación libre.
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Reflexiones sobre improvisación libre con Miguel Ángel Marín
“Para mí, el arte es vida, y cuando no lo es entramos en el ámbito del manierismo, del virtuosismo, de la reproducción en lugar de la creación, y ésta es una vida muerta”. (Benet Rossell)
Introduzco mi clarinete, sin la pieza inferior (la campana), en una bolsa de guardar paraguas del Mercadona, con lo que el plástico tapona el tubo. Ahora ajusto la campana al instrumento.
El clarinete queda cubierto, ‘empaquetado’, ‘plastificado’ a la Christo, dejando libre la parte superior (boquilla) para poder soplar.
De este modo el instrumento puede ser ‘perfectamente’ tocado, pero con interferencias en el timbre, la afinación, el tacto, el soplido, el discurso, la imagen, y multiplicándose las posibilidades de sonoridades inéditas, ataques inesperados, acentos insospechados, ruidos jamás oídos, melodías sin trillar, improvisación libre o improvisaciones sin código aparente.
El instrumento deviene un factor imprevisible, y el azar acaba guiando los “trayectos sin guía” (Tzara). El extrañamiento es doble o triple: sonoro, visual y personal.
Doble o triple tabú, doble o triple ataque donde más duele: la morfología desacralizada del instrumento musical.
El sonido estándar es un sonido entre otros (con fecha de caducidad), y el músico tocador que le tocan el aura intocable tocando (alterando) el instrumento en lo más íntimo, o sea genéticamente, y que suena como quiere o casi.
El Titanic se hundió en el año 1912, el mismo año que nacieron Salvador Ribes, mi abuelo clarinetista, y John Cage.
La grandilocuencia y el titanismo siguen dominando el panorama.
La improvisación libre sería “una expresión corriente, cotidiana, que puede oponerse y contrarrestar lo aparatoso, lo grandilocuente y grandioso, la pompa de las estructuras arquitectónicas y su presuntuosa clientela” (Matta- Clark), lo espectacular, lo impactante.
La monumentalidad de la cuarta pared ya no engaña a nadie (o sí), y el marco mental de cuatro paredes engendra monstruos (sí o sí).
Mis recuerdos de infancia y juventud son, en su mayoría, recuerdos de exteriores: coger el bocadillo y bicicleta. La asfixia de los salones. La asfixia de los libros y las partituras.
4’33”: Cage vacía el libro de la ley de las notas musicales, y lo llena con la ley del silencio, que es la ley del sonido, de lo que siempre suena en las situaciones humanas concretas. La musicalidad suprema.
Tocar, lo que sea, pero tocar, a la Joyce. Investigar las propiedades del sonido y sus relaciones (Fluxus).
Tocar afuera, lo que sea, pero tocar en el exterior, a la Barber. Hace muchos años que Llorenç, con sus músicas de intemperie, sus Conciertos de Ciudad y sus “de Sol a Sol” nos marca el camino de cabras de la libertad.
Texto: Miguel Ángel Marín.