Mis padres nacieron en una provincia llamada Chayanta, en el Norte de Potosí. Ellos crecieron hablando quechua, pero en esas épocas sólo el castellano aseguraba supervivencia en la ciudad. Yo, muchos años después, crecí en la urbana La Paz, entre conversaciones secretas que ellos tenían en su lengua originaria. Cuando mi padre murió, encontré un libro de Fausto Reinaga en su biblioteca sobre la revolución india. El hombre es tierra que piensa, decía.
Hace unas semanas, en Tv Perú escuché a Liberato Kani. Quedé fascinada. No tanto por su rap en quechua (incluso él alguna vez dijo oponerse a que sólo eso llamara la atención) sino por su historia. El quechua, más que lengua, tiene memoria, y para Liberato Kani es una forma de resistencia.
Me pregunté por qué me había identificado tanto con él. Leí sobre su vida e intenté traducir las letras de su primer disco Rimay Pueblo. Lo cierto es que el quechua allá no es el mismo que en Bolivia (existen diferencias regionales dentro del propio Perú). Sin embargo, quiero creer que el gesto sí, y la realidad de ambos también. Liberato Kani es la historia misma, que transita entre el espacio urbano y la identidad ancestral.
Fausto Reinaga, al igual que otros autores bolivianos como Alcides Arguedas, no veía el cholaje como algo positivo. Alcides Arguedas pensaba que en esa hibridez residía la enfermedad del pueblo civilizado, mientras que Fausto Reinaga proponía lo contrario, la degradación del indio con la llegada del europeo.
René Zavaleta Mercado (1937-1984) decía que en el momento en el que el indio pisaba la ciudad, surgía una degeneración total. Quizás porque se perdía en una imposición de convenciones fuera de su pueblo, y quizás por la contraposición de culturas que, al final, sólo parecía acrecentar la diferencia entre ellas. De ahí su famoso término para caracterizar a Bolivia, “sociedad abigarrada”.
Pero creo que son otros tiempos. Creo que es muy corto de vista concebir hoy al indígena solamente en un determinado territorio, con su lengua originaria y limitado a ciertas contadas costumbres. Existe todo eso, sin duda, pero en una constante expansión y migración, por buenas y malas razones.
Hoy, Ricardo Flores es el retrato de una sociedad que posee dos locus de enunciación, que resultan en una fusión. ¿Cómo no alucinar con tal idea, que se replica en toda esta región andina? Me recuerda demasiado al poemario de David Aniñir, Mapurbe. El poeta chileno habla en su lengua mapuche, pero sin negar que él es hijo de los viajes en transantiago, por la periferia de la ciudad. Liberato Kani es hijo de un contexto similar, e incluso de Reinaga, porque creo firmemente que de él hablaba cuando decía:
“No soy escritor ni literato mestizo. Yo soy indio. Un indio que piensa, que hace ideas, que crea ideas… Mi ambición es forjar una ideología india: una ideología de mi raza. Era solo, ahora seré millones. Vivo o muerto, lúcida conciencia vital o hecho polvo, seré millones…”.
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Rimay Pueblo: la voz popular
En julio de 2016 debutó el primer disco de Ricardo Hildemaro Flores, mejor conocido como Liberato Kani. Estudiante de Historia, Flores nació en 1993 en San Juan de Lurigancho, provincia de Lima. Cuando conoció la cultura Hip Hop, por el año 2009, le pareció la forma ideal de la liberación del alma. De ahí su nombre artístico, Liberato Kani, que significaría un amante a la libertad.
El año 2013, uno de sus compañeros de Quinta Rima, agrupación de rap de la que Liberato formaba parte, le sugirió hacer un coro en quechua y el resto es historia. “Me di cuenta que brotaba en mí una energía de valorar más nuestra cultura”, contó él en Mapa Sonoro, un programa que filmó la experiencia de la presentación de su disco hace algunos meses.
Un año luego, comenzó un rumbo solista que, luego de tres años y momentos clave (como la presentación con La Sarita y Uchpa en el Gran Teatro Nacional el 2015), dio como resultado este primer disco: Rimay Pueblo.
El video “Kaykunapi”, que significa por estos lados, se hizo viral de inmediato, pero el disco en general posee una esencia innegable. Son 14 temas colmados de historias e imágenes de su vida, su ciudad y su entorno. Un llamado a desenterrar las raíces andinas, una evocación a José María Arguedas, Rimay Pueblo es rica en expresiones y contenido social, pero sin dejar de lado una armonía propia. El mensaje es denso, pero la música no se hunde; es más, fluye de tema en tema.
El orden de ellos difiere de la plataforma en la que se encuentre, pero entre varios links de Youtube y Spotify, la última me pareció la más acertada. No obstante, no creo posible hacer una interpretación exacta de cada canción, sino de aquello que me parecía vital de cada una. Después de todo, estamos frente a una lengua milenaria, pero tristemente poco conocida a pesar de estar en Bolivia o Perú (2 de los pocos países en los que se habla).
Esto es lo que tengo de mi pueblo, de mi raza
Una Intro nos regala la fusión total de todo el disco. Son instrumentos de viento y cuerdas de Los Andes, que pronto serían acompañados por el beat box. De pronto, silencio. Y Mana Urmaspa comienza con la voz de un hombre que dice: “Piense una calle empedrada. Piense una banca, un farol. Toque.”, y el charango empieza a sonar. Cada intro, más allá del primer tema, es un punto cúspide en cada canción porque muchas veces es una evocación, una imagen, un relato que dirige el resto. Liberato canta: “Sólo quiero volar con el viento. Gritemos libertad, bailar, saltar contentos”, y la sensación que transmite te mueve a pensar en él cantando por la calle, con los brazos abiertos.
Kaykunapi, como decía, es el tema más conocido de todo el disco, por el video en el que Liberato se encuentra en varias de las calles de Lima, mostrando fragmentos de la letra de su canción. Entre tanto, paisajes del campo peruano se mezclan con el propio paisaje sonoro que logra el charango.
Wayra evoca a José María Arguedas, intelectual peruano representante de la narrativa indigenista, y quizás es la canción con más nostalgia. Es una letra que construye imágenes que lastiman, un personaje subalterno, una sensación de pérdida o un deseo de perderse, pero la cura se encuentra en la misma música. La idea de resistencia, creo, adquiere otro nivel de sentido aquí. Una resistencia a la vida misma.
Kay Pacha Underground tiene otra historia en su inicio sobre el pueblo de Querobamba, que contrasta al instante con la imagen de lo subterráneo. Pacha, sin embargo, significa tierra, así que la imagen underground de los ghettos ya no resulta tan opuesta a la tierra misma, de profundidad inasible.
Poesía Rebelde es una llamada al arte combativo. La imagen es más amplia, se dirige a toda América Latina. Las imágenes no sólo se aplican a su contexto. Son demandas que todo pueblo hace donde hay injusticia. El rap es un instrumento de lucha, sí, pero también de gestión propia, de autodeterminación.
Kaymi Punchaw
Esta canción, sin duda, es mi favorita. Tiene una especie de percusión afro para comenzar, y luego un juego de dos voces. Pedro Mo, con vasta trayectoria, le da un toque personal a esta canción que encaja perfectamente con el coro de Liberato. Las frases son más que ingeniosas, maestras, llenísimas de humor pero sin perder la mirada crítica.
Mujer andina
Kawsay y Munayki tienen una voz femenina. Es difícil hablar de un disco cuando no se tiene una traducción confiable de las letras (¡vaya que es difícil!), pero sentí que Munayki era un poco más atrevida que Kawsay. Ya luego me fijé que Renata Flores interpreta esta canción, y que es una voz bastante joven, de hecho. Renata tiene 15 años y se hizo famosa luego de hacer una versión de “The way you make me feel”, de Michael Jackson en quechua. ¡Quién diría! Warmipat, por otra parte, sí parece estar sumergida en la escena Hip Hop de Lima, y tiene una cuenta de SoundCloud con varios temas suyos, de alta demanda social.
A partir de Hip Hop Rurachkani prevalece el Beat box y el Rap, el mensaje. Me gusta mucho el piano en Campesino, porque en las canciones previas había un toque andino al instante, pero aquí creo que prevalece la imagen de la ciudad en la música, y bien podría llevarme a una tarde urbana hasta que Liberato Kani dice: “pero sigo en resistencia, soy el campesino”. En Rap en la casa, el contenido social es lo importante, y la idea de un recorrido por la casa, un proceso de escritura, un viaje por el mundo entero.
Rimay Pueblo es como esa intro que condensaba toda la fusión andina en los primeros segundos, y luego invitaba al Beat box. Las letras también me insinúan un último llamado, porque de igual forma veo la síntesis de todos los temas. El tema cierra el ciclo, aunque luego dice “escucha lo que dice tu alma, es lo que falta…”
Creo que Taki Kallpay no es la última canción, o al menos no la sentí así, sino como un bonus track, un tema de trance y, a la vez, tránsito.
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