Teresa Berganza y el adiós a la mejor mezzosoprano española

teresa berganza

Mes de mayo de 2022. Mes para el recuerdo de la mejor mezzosoprano española: murió Teresa Berganza. Se ha ido la gran diva.

La mezzosoprano lírica de más bello timbre, mejor escuela y mayor responsabilidad artística. Se ha ido la fuerte personalidad de una mujer llena de sensibilidad, talento y energía. Su voz ya se había ido hace catorce años, cuando se retiró de los escenarios después de más de cincuenta años de carrera.

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Teresa Berganza de cerca

En el momento de su deceso no vengo a contar aquí la biografía de la intérprete tan admirada y aplaudida, porque es fácil encontrarla en múltiples libros, entrevistas y reseñas a lo largo de su amplia trayectoria artística, a la que avalan al menos trece premios y distinciones, y un repertorio que abarcaba diecisiete óperas y múltiples canciones, oratorios, y otros géneros musicales a los que destinó tanto interés y dedicación en sus recitales.

Rica trayectoria artística y personal que han desmenuzado publicaciones de todo tipo. Su legado es sin duda maravilloso, y las grabaciones en gran número que nos deja hablarán para siempre de quien ocupó uno de los lugares más importantes en la excelencia de la interpretación.

Yo quiero hoy recordar a la cantante, sí, pero también a la mujer que tuve el privilegio de conocer de cerca, y que añadió a mi percepción y admiración a su arte, la generosidad, la simpatía y su encantadora e inteligente conversación.

Fue en 1982, la mañana del único concierto que Teresa a lo largo de su vida dio en la ciudad de Cáceres. Era el viernes 22 de octubre. Teresa Berganza llegó a Extremadura un día antes y se instaló en un palacete de Trujillo. Solicité una entrevista en la mañana previa al recital que iba a dar en el Auditorio de San Francisco en Cáceres, en el ciclo del Otoño Musical de aquel año, segundo de los que tuvieron lugar en la década de los ochenta.

Teresa Berganza, con atuendo deportivo, me recibió en uno de los hermosos salones del palacio trujillano, y se mostró de una amabilidad exquisita en una entrevista publicada después en el Diario Hoy. Pero la Berganza no tuvo inconveniente en dedicarme mucho más tiempo en amena conversación, fuera de micrófono, hablando de lo divino y lo humano, y ahí es donde se me mostró con una naturalidad, una diversidad de registros, una empatía que echaba por tierra su fama de exigente, de temperamental y de diva, que sin duda lo era, pero para su profesión a la que adoraba, y a la que se entregaba en cuerpo y alma.

Se interesó mucho por saber cómo era el recinto en el que aquella misma tarde iba a actuar. Le preocupaban todos los detalles. Si el tono del vestido que había elegido para su presentación, una especie de túnica roja, iba acorde en el color al gótico tardío del auditorio del Complejo Cultural San Francisco. Tal era su elegancia y su conciencia artística.

Hablando de todo nos enzarzamos en el campo de la política. Como no tenía pelos en la lengua, pasó revista a cómo estaban funcionando las instituciones, analizando el nivel de importancia que el ejecutivo dedicaba a la cultura. En el fragor de su entusiasmo me dijo que le gustaría crear un partido político, pero que sería, en todo caso, un partido de artistas, que incluyera a los de todos los géneros, para así defender sus derechos tan desatendidos.

Su entusiasmo era contagioso. Lo era, como mi percepción de que el recital que aquella tarde iba a presenciar sería de feliz recuerdo, pero me equivoqué. La Berganza, acompañada del pianista Álvarez Parejo, estuvo magnífica, es verdad. Pasaba por un gran momento vocal.

La calidad de su voz, su exquisita dicción, su temperamento, su sensibilidad, la aureola internacional de su nombre, sorpresivamente no hizo mella en un público que a priori debiera haber llenado totalmente el aforo del auditorio. Podría decirse en términos taurinos que solo hubo media entrada.

¿Por qué su presencia en Cáceres no suscitó el entusiasmo de los melómanos? Es algo que no pude entender. Tampoco el que los asistentes no se volcaran como era de esperar ante el arte maravilloso que Teresa Berganza estaba derrochando. Ella, que se destacaba en los recitales por ser generosa en las “propinas” con que deleitaba a sus admiradores, entendió al punto que el nivel de los aplausos no merecía más de una obra añadida.

Y así fue. Yo sentí vergüenza ajena al ver que los cacereños no habían sabido corresponder a las excelencias de un arte que pocas veces se les había ofrecido con la generosidad, la altura artística, y el entusiasmo con que la diva Teresa Berganza había venido a Cáceres.

De haber encontrado lo que habitualmente hallaba en todas partes, se hubiera prodigado en un derroche de canciones para poner el punto final redondo a una actuación que debió tener ese colofón esperado.

Y es que El ARTE con mayúsculas es por lo que será por siempre recordada la gran mezzosoprano española Teresa Berganza.

Más información sobre Teresa Berganza en los siguientes enlaces:
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