Laetitia Sadier es una sospechosa habitual en la alta aristocracia musical de las últimas décadas. Desde que, jovencísima, emergiera a los mandos de Stereolab, y mientras ejercía de certera alquimista al frente de tan ilustre escuadra, prestó sus servicios a Blur, Luna, The High Llamas, Atlas Sound o Mouse on Mars, convirtiéndose en la voz de cabecera de la plana mayor de una generación de melómanos.
También paralelamente daba sus primeros pasos en solitario camuflada tras el seudónimo Monade, pero fue tras la disolución de Stereolab cuando, valiente, decidió saltar sin red e iniciar una fructífera carrera bajo su propio nombre. En septiembre la misma dará un nuevo fruto, un tercer disco titulado Something Shine (Drag City, 2014) con el que constatará lo que sus dos precedentes sugerían: la personal coctelera de pop, bossa nova, kraut, psicodelia, que hizo únicos a Stereolab debía mucho al talento de la francesa.
La caligrafía de Sadier ahonda, igualmente, en los dos importantes principios que sirvieron como germen a su anterior grupo, la sana combinación de experimentación y accesibilidad de la que hacían gala, y lo que resulta más encomiable en los tiempos que nos ha tocado vivir, una beligerante actitud crítica hacia el sistema. No en vano, este Something Shine se gestó inspirado por La sociedad del espectáculo, la recomendable obra del situacionista francés Guy Debord.
El indicio de que esta obra de orfebrería pop es el paso más personal y reflexivo de nuestra protagonista se confirma con varios detalles más: el largo proceso de gestación del trabajo, el papel de productora que se autoimpone (todo un descubrimiento), la participación activa de la que hasta ahora venía siendo su banda de directo, el francés Emmanuel Mario, y el español Xavi Muñoz (Dorian Wood, Daniel Johnston, A Veces Ciclón, Alberto Montero…), y ante todo una excelente colección de canciones en las que inmediatez y solido andamiaje conviven en excelente armonía.
