Finalmente, después de casi cuatro años, la banda capitalina Mighty Thor lanza su esperado lanzamiento: Ragnarok. “Esperado” porque es el primer disco que graban con Uidemar Cuevas, una de las mejores voces que se puedan escuchar en el centro del país hoy en día.
Mighty Thor no es una novel agrupación, llevan dando pelea desde hace 15 años en la escena mexicana, cuando lanzaron su demo: El Despertar de un Dios (2004), de la mano de Mario Dorantes y Eduardo Gutiérrez, dos verdaderos guerreros que encarnan a la perfección la perseverancia y tenacidad.
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Pertenecen a esa generación de la década pasada que vio nacer a bandas como Calvaria, Guarnerius, Almas Militares, Dagoth, Serpenta y Castillos de Cristal, las mismas que tuvieron que sembrar en el desierto para darle vida a una incipiente escena de power metal capitalino.
Innumerables miembros han pasado por las filas de esta banda, siendo los dos guitarristas ya mencionados los que se han negado a ver su sueño morir, y hoy con Ragnarok dan una lección de por qué jamás hay que darse por vencidos.
Ya habían lanzado dos discos anteriormente: Rumbo al Valhala (2011) y El metal no morirá (2013), luego vino un prolongado silencio, aunque siguieron dando presentaciones todavía con Mikel Castillo (el vocalista original) hasta 2015.
Mighty Thor es una agrupación que en los últimos tres o cuatro años se ha hecho de fanáticos gracias a las presentaciones, que han tenido abriéndole a bandas consagradas. Sin embargo, sus actuaciones eran meramente anecdóticas hasta que algo sucedió cuando llegó Uidemar Cuevas en 2016. Sus presentaciones adquirieron una nueva química.
Guardando proporciones, su estilo recuerda a los mejores tiempos de José Andrëa, uno que alcanza tonos muy altos sin dejar de ser rasposo, una cualidad muy poco común, y que en vivo arranca los aplausos y vítores de quienes lo escuchan, simplemente no deja indiferente.
Pero no sólo es la presencia de este vocalista lo que hace de este álbum un gran disco, Mighty Thor ha conseguido una increíble pieza de power metal por donde se le vea. Ragnarok es una culminación para la banda en términos de producción. Se percibe un salto casi cuántico entre el sonido de sus primeras obras y el de este último trabajo.
Aunque en sus dos anteriores obras se escuchaban canciones muy buenas, éstas terminaban desinflándose debido a la grabación. No parecía que estuviéramos ante la versión final de una obra. Ragnarok brilla desde su primera canción, siendo capaces de transmitir el poder y enjundia que esta banda ha deseado expresar desde su primer día de gestación.
En el disco escuchamos orquestaciones y varias líneas de acompañamiento en la voz, lo que empuja a las canciones de una forma que no se les había escuchado hasta ahora. Esto puede antojarse un arma de dos filos, pues corren el riesgo de que la versión de estudio se aleje de la versión en vivo.
Sin embargo, muchas de estas canciones ya habían sido interpretadas sobre los escenarios incluso antes de que el disco cobrara forma, por lo que la efectividad de las piezas está más que comprobada. Ragnarok es un disco totalmente consagratorio para la banda, sobre todo para los miembros fundadores, quienes en sus letras (escritas en un formidable español) podemos encontrar con precisión y claridad la congruencia de seguir adelante pese al tiempo y las circunstancias.
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