Luego de que Llegas cerrara un ciclo musical, todo parecía sugerir que era el momento indicado para que Mayra Gonzales lance un trabajo solista, algo muy suyo que se había estado germinando de a poco, con letras y melodías que luego conformarían «Árbol de la vida», lanzado hace ya dos años.
Existe cierta madurez en este primer disco, es una linda versatilidad. En estos últimos años, casi todas las bandas con las que he podido dialogar me han hablado de aspiraciones de fusión. Todos quieren fusionar lo autóctono con su género de banda, o quieren crear mezclas exquisitas que demuestren todas sus influencias.
Me parece que, hoy más que nunca, queremos volver a nuestros orígenes y queremos que la música hable por nosotros (aunque esto último siempre fue así), que diga quiénes somos, en este país colmado de sincretismo, de paradojas que conviven en una extraña armonía.
«Árbol de la vida» no crea fusiones atrevidas, no se lanza en la búsqueda de amalgamas nunca antes escuchados pero eso no significa que no deje huella. Dialoga, fusiona, pero son pequeños guiños que forman parte de un todo mayor.
De hecho, creo que este disco, por la calidad de la interpretación y la elegancia de las composiciones, es de los pocos que permanecerán (en Bolivia, más allá del pequeño grupo de melómanos, hay que aprender a vivir con el constante olvido).
El pasado 27 de octubre, sin embargo, Mayra Gonzales agregó una obra más a su carrera, con la presentación de su EP «Bolivia, piano y voz» en el Cine Teatro 6 de Agosto. Por eso me propongo hablar de esta fecha, para que se salve del olvidadero. Hay conciertos que valen la pena recordar.
Mayra Gonzales y amigos, un concierto para recordar
Hay muchos elementos que enriquecen una interpretación en vivo. Mayra se sirvió de todos ellos.
En un principio, existió una intimidad evocando raíces bolivianas con melodías recogidas de Matilde Cazasola, Willy Claure, Fernando Román Saavedra y César Espada.
Fue un préstamo acertadísimo. Matilde es una cantautora que tiene un lugar especial en el corazón de muchos bolivianos. Son letras muy puras y sinceras. Ya las había escuchado en versiones de Dagmar Dumchen-igualmente apreciables-y otros músicos. Mayra las llevó al piano y creó una atmósfera nueva para temas como De regreso y Como un fueguito.
Esto que digo de instaurar un nuevo espacio también se aplica al tema de César Espada, Niña Camba. Y es que, en general, llevar temas-como los de Willy Claure en guitarra o nuestro segundo himno paceño, Collita-a otro instrumento es una tarea delicada y, en este caso, bien lograda.
Matilde, Willy, Fernando y César son caras diversas de la música nacional. Estos puntos cardinales son las raíces de las que Mayra Gonzales habló en un principio.
Pero no son sólo suyas, son de todos nosotros, que crecimos con una radio y padres nostálgicos que guardaban cassettes en alguna gaveta de la sala de estar. Y aún hay más.
Un segundo momento del concierto inicia con la banda de músicos que acompañaron a Mayra: Tincho Castillo, Roberto Morales, Efrain Blas, Juanjo Flores e Israel Cadena. Una sensación de relajación invadió el escenario y los temas de Árbol de la vida empezaron.
No quiero alargarme en esta parte porque ya hablé de este gran disco, pero lo que sí puedo apreciar es la versión de Herencia de Timbiqui que realizaron entre los temas. Esta es una raíz más latinoamericana, obviamente, y me encantó. A ella se sumó un bolero, entre otros temas que recogían lo elemental de la música de esta nuestra región del mundo.
Por último, hablaré de un tercer momento a manera de intervalos, un ir y venir a través de una serie de invitados especiales que visitaron a Mayra, demostrando que las raíces no siempre se remontan a un pasado porque también pueden ser lazos de hoy y ahora.
Cuando el Papirri interpretó temas con Mayra Gonzales, las luces del escenario se enfocaron en dos amigos sentados el uno al lado del otro. Hubo un diálogo musical con un toque cómico, muy propio de Papirri. Mayra mudó de estado anímico y le dio voz a temas clásicos.
Diego Ballón, por otra parte, se sumó a la banda e interpretó el piano de un tema de Mayra que de un momento a otro se tornó en una serie de interpretaciones de cada uno de los músicos. Personalmente, yo nunca me sumergí de lleno al jazz y nunca presencié improvisaciones.
Después de ese concierto me di cuenta de la química de banda y la capacidad auditiva que se tiene que poseer para este nivel de diálogo. Cuando Mayra dijo que Diego era uno de los mejores pianistas de Bolivia-si no el mejor-no estaba exagerando.
Finalmente, salió Grillo Villegas con su guitarra; las luces se atenuaron de nuevo y esta vez no eran dos amigos los que se sentaban a hablar, eran mucho más que eso.
Compañeros de banda, hermanos, ambos se dispusieron a desempolvar viejos recuerdos, entre afinaciones meticulosas de guitarra y pequeñas charlas familiares. Una conexión profunda emocionó a Mayra lo suficiente como para robarle unas lágrimas y ambos interpretaron un tema más, porque así lo pidió el público.
El concierto cerró con Mayra sola en el escenario, como en un principio. Collita fue el último tema, recordándonos que afuera estaba un nuevo disco, un nuevo aporte a la música en Bolivia. Como la billetera de una estudiante de Literatura nunca augura felicidad inmediata, me fui con un regalo en mente para navidad. Pero les aseguro esto: no me fui con las manos vacías.
Más información sobre Mayra Gonzales en el siguiente enlace:
Ver Facebook
Encontrarás más conciertos AQUÍ.