Es pleno otoño aquí en Buenos Aires, y mientras las hojas caen, me pongo a pensar observándolas detenidamente: ¿Cuál es la forma de encontrar mi identidad musical, mi mejor versión musical?
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Es fácil identificarse con un género cuando tenemos doce años y afirmamos y reafirmamos nuestras elecciones. Ya no estamos para juegos, y creemos saber que la música que nos gusta es para siempre. Basados en esa premisa errónea, ya explicaré más adelante dónde está la equivocación, tomamos el impulso necesario para aprender un instrumento.
Ya sea vocal o instrumentalmente, son innumerables la cantidad de obstáculos que encontramos en el camino. Sin embargo, ese sentimiento y ansias por aprender a ser “eso” que estoy escuchando pueden derrotar la frustración, y vamos hacia adelante. A algunos les llega antes, a otros después, pero poco a poco vamos desarrollando una nueva capacidad de escucha y perseverancia. Mucho se ha dicho de los deportistas de alto rendimiento, pero poco y casi nada de los músicos que día a día se encuentran trabajando incansablemente para encontrar el sonido perfecto.
Es así como me planteo, y sé que no es solo una preocupación individual, en cómo todos esos caminos que fui tomando para llegar a un sonido que amé en algún momento, y que fui cambiando a medida que fui aprendiendo canciones de variados géneros musicales, sea al fin mi identidad única y uniforme.
Encuentra tu mejor versión musical
He aquí el quid de la cuestión: la identidad es única ya que el trayecto propio la hace singular, como cada individuo “se hace camino al andar”. No me traiciono, porque todos esos géneros habitan en mí. Elijo desarrollarlo a medida que voy sintiendo la “necesidad” de expresar a través de mi música, es “eso” que me ha atravesado y quiero que le llegue a otro que no soy yo, pero que me identifica, y se identifica. Esa emoción nos une. Esa conexión es importante, ya que se va volcando como efecto dominó en los demás, como ese río que fluye y construye una cadena de consecuencias, nutre y da vida.
Sin ir más lejos, suelo encontrarme con artistas que se sienten con la frustración del no reconocimiento, y como resultado no muestran su arte. No puede haber un error más grande que ése, y sí me permito ser firme en esto, porque no sólo es un dolor para el artista, sino una pérdida importante para el grupo humano que la necesite.
Estamos como músicos en la búsqueda constante de mejorar, de perfeccionarnos, de volver a sentir y de transmitir una emoción. Estoy siendo predecible, pero voy a decir lo obvio: la mejor versión musical de uno siempre es la que sucede en el presente. No nos falta nada. El momento actual es la conjunción de esos aprendizajes que fueron fluyendo en el artista. Dejemos que eso se exprese y volquemos al mundo nuestra esencia, no sabemos al fin quién está del otro lado, procesando, fluyendo y construyendo, a través nuestro, su ser como artista único y original.