Niño Índigo siempre me ha gustado. Mientras preparábamos en la oficina de LaCarne Magazine el equipo para su concierto en la sala 2 del Gran Teatro de Cáceres, recordábamos el último al que habíamos asistido. En aquella ocasión también estaba el cacereño Alfonso Búrdalo, haciendo un set acústico de sus canciones en Burgim, acompañando al de Moraleja.
Niño Índigo fue puntual, cosa no muy común en los grupos y artistas del escenario, y perdimos la ocasión de hablar con él antes del bolo. Debe ser porque yo también soy cantante, pero me gusta comprobar el estado emocional de los cantantes antes de subirse al escenario… no sé, por comparar mis propias emociones cuando lo hago yo… o simplemente para «picarles» un poco.
La sala no estaba llena, y fue una pena porque el concierto fue poco menos que una comunión entre los que allí estábamos y Niño Índigo. Nada más entrar, cogimos sitio y conectamos visualmente con el artista para que supiera que ya estábamos allí, y nos regaló una gran sonrisa… Julio es así.
Comenzó a desgranar tema a tema su último disco, sin prisas, hablando continuamente con nosotros y haciendo que el público se involucrara de forma directa con su directo. Grandes temas, grandes composiciones, y una voz muy, muy cercana.
Nos gustó mucho el detalle de dejar un cuaderno en blanco para que cualquiera que asistiese al concierto dejara sus impresiones y comentarios mientras él cantaba. La verdad es que, como comentaba anteriormente, el concierto de Niño Índigo fue muy cercano… quería que el público participara, y sin darme cuenta me vi en un momento del concierto encima del escenario haciéndole coros.
Niño índigo siempre me ha gustado, y cada vez que le veo y escucho encima de un escenario hace que quiera calmar los ritmos de mi grupo, y componer melodías íntimas, que relajen las ansias y nubes negras de cada alma en vez de revolucionarlas. La música es así…
Agradecimientos: Niño Índigo y Gran Teatro.
