Si tuviéramos que poner el recorrido de esta banda en una sola palabra, sería en la de “Peregrinos”, lo que se define como personas que transitan tierras extrañas, visitan un lugar sagrado, viajan entre dificultades o algo que es original, poco frecuente o hermoso. Todo esto hablaría de un camino que comenzó de a poco, desde el colegio, para los fundadores del proyecto que permanecen: Gustavo Ardaya y Beto Bedregal.
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“Hay bandas que se arman, sacan un álbum y recién van encontrando su sonido después de varios discos”. La banda decidió saltar ese paso para buscar los estilos que abarcaría el proyecto, aprenderlos, pulirlos y mejorar como músicos. De esta forma empezarían con un producto bien trabajado y la experiencia acumulada de varios años. Para lograr esto, vivieron las dificultades comunes entre las bandas locales, como el cambio contínuo de integrantes, diferencias en las perspectivas de hacia donde debía ir el proyecto, pero también el hecho de tener la necesidad absoluta de músicos con un alto nivel de preparación en instrumentos, que no son los usuales en una banda de rock alternativo.
Incluir trompetas, tuba, acordeón, saxofón, cuerdas y otros, generó un mayor desafío, desde el hecho de trabajar sí o sí con partituras, tener la necesidad de un sistema de sonido más completo de lo que encuentras normalmente en un local de música en vivo, y una mayor coordinación entre músicos, para muchos más ensayos, de lo que en general los integrantes de las bandas se pueden permitir. Se necesitó, además, preparar a las personas que se interesaron en apostar por el proyecto, ya que los músicos profesionales que quisieron incluir, cobraban por cada interpretación y era bastante caro para una banda que no recibía (al igual que la mayoría de bandas incipientes) ningún tipo de ingreso.
Gustavo y Beto no sólo compartieron parte de la infancia, sino que además estudiaron juntos la carrera de medicina. Tal vez esa vocación alimentó la paciencia y la confianza en la propuesta, para esperar desde su participación en el Illimani Metal Fest del año 2010, hasta el lanzamiento en diciembre del pasado año 2015, el primer álbum homónimo de la banda.
En los primeros años, se hicieron conocer sólo con el nombre “Ragdoll”, que hace referencia a un inquietante muñeco de trapo, guardado muchos años después que se ha perdido la inocencia. ¿Por qué? Se mezcla algo oscuro e irónico con inofensiva fantasía. Pero hay algo en el circo que no está bien. “No es pesimismo”, afirma Gustavo, es más bien la mirada de un testigo que no quiere engañarse, sino ser objetivo: no todo es blanco y no todo es negro. Ahí en medio, se construyen los mundos de este banda, The Ragdoll Architect.
Gustavo escribe las canciones en inglés o, mejor dicho, “abandona” sus letras en ese idioma, dejando partir experiencias personales, para que en el vistoso escaparate del rock se desvinculen terapéuticamente de su vida. Extraña asociación de la medicina y la música. El médico curando al cuerpo y la música al alma. La crítica a la sociedad y sus flagelos, como la violencia o el alcoholismo, también son una temática importante al escribir. Codearse con la muerte de un artista genio y saborear amargamente la pregunta: ¿Por qué una persona brillante se destruye a sí misma en la adicción?
La banda está conformada actualmente por Gustavo Ardaya (voz, acordeón), Sergio Sahonero (guitarra), Rodrigo Rivero (Bajo), Guery Ticona (Piano, Teclados), Alberto Bedregal (Batería y Percusión), Martina Urquidi (Violín), y J. Manuel Rocha (Saxo, Clarinete).
Comenzó con influencias de bandas como Type of Negative, Moonspell, y Malice Mizer entre otros, pero no quisieron enmarcarse en un sólo estilo y comenzaron a investigar y aprender. “Cada estilo tiene mucho para dar. Conocer otro tipo de música te ayuda a evolucionar”, opina Beto, quien sintió que quedarse en un sólo estilo musical era limitarse. “Consideramos que somos una banda de rock, pero queremos ser fieles al género original al que nos estamos fusionando. Si sacas todos los elementos que no corresponden al estilo, te encuentras con un rag, un tango o música balcánica”.
Gustavo y Beto nos cuentan que el enfoque al hacer una canción es más mental. No es un trabajo que sale de la inspiración del momento, tiene un periodo bien largo de preparación. “Hay cosas que son muy sencillas y otras que son bien complicadas porque la canción lo pide”.
En vivo, la intención es trasmitir algo que va más allá de lo complicado que pueda ser interpretar un tipo de música, que es la energía. La narrativa de cada pieza está directamente conectada a lo que transmite la música, así que la gente al escucharlos, lo puede percibir.
Entre los temas destacables que tiene el disco, además de su primer sencillo “Dollrag”, se encuentran “Catorce” (tango rock), “Meat Grinder” (tal vez la letra más explícitamente siniestra) y “Balkanized”, una canción de aires gitanos con una letra que habla de enojo y decepción, y que cuenta con la participación de la excelente cantante Yare Vargas.
Así es como The Ragdoll Architect abraza la experimentación y el aprendizaje musical, descubriendo que el amor por la música te da la fuerza para emprender caminos inciertos, porque, como dijo Gustavo, “Si creo que ésta es mi única vida ¿por qué no hacer lo que me hace feliz?”.
https://www.facebook.com/theragdollarchitect/
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