Arte sacralizado y sacrílegos del arte

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Estos días de verano, en los que hay más tiempo para leer tranquilamente, me encontré con el siguiente párrafo: “El valor del arte, y a veces también su significado, depende del dinero que alguien esté dispuesto a pagar, convirtiendo a los objetos artísticos en una mercancía.

Cuando ocurre esto, es necesario que aparezcan movimientos de resistencia para combatir a este arte sacralizado. Movimientos que, con una intención voluntariamente blasfema, proponen un arte más simple, rechazando todo tipo de valoración comercial e institucional”.

arteLa verdad es que se oye muchas veces en las noticias hablar de un cuadro y sólo importa su valor económico, no se comentan para nada sus aspectos artísticos. Además, los responsables de los museos parecen estar muy orgullosos de que aumenta el número de visitantes cada año, pero nadie parece preocuparse por la emoción y por el verdadero interés artístico de esos visitantes.

Personalmente, muchas veces me pregunto eso. ¿Para qué va la mayoría de la gente a los museos? Aparte de para hacerse delante del cuadro de turno una foto para enseñársela a los amigos. Quizá sea una impresión errónea mía, quizá…

Tengo una visión muy clara de todo esto: los museos “me la soplan”, al igual que la mayoría de los conciertos y de la oferta cultural que encuentro actualmente. En mi vida, el arte en general, y la música en particular, siempre me ha interesado, me ha conmovido y es una de las razones de mi existencia, pero no me interesa para nada el modo en que me lo plantean los canales habituales.

Llevo casi 30 años haciendo actividades artísticas (música, performances…), y he conocido a un número considerable de gente con capacidad que se acobarda, e incluso se deprime, ante comentarios de otros (supuestamente mucho más “capacitados”. En mi opinión bastante dogmáticos) que imponen su criterio y hacen que los demás se sometan a ellos.

No creo que el significado del arte, o de la música, dependa del dinero que alguien esté dispuesto a pagar, ni que sea algo “divino” y que esté en un estado superior.

Al arte, o a la música, hay “que perderle el respeto” (no lo digo de forma peyorativa). Hay que bajarlos de su pedestal y pisotearlos si hace falta, retorcerlos y escupirle, porque no es tan “Grande” como nos han dicho siempre. Lo veo como algo mucho más simple y cotidiano, forma parte de nuestra vida y de nuestra naturaleza, y todos, si es que tenemos ganas e interés e invertimos tiempo y tenemos disciplina, podremos disfrutar de ello y estar orgullosos de nuestras creaciones, aunque sean la última “caca” imaginable. Yo estoy profundamente orgulloso de la “mierda” que fabrico, puesto que es única y original. Es como mi ADN, no es igual al de ningún otro.

Lo que intento decir con todo esto es que, a mi entender, los objetos artísticos no son sólo una mercancía o un beneficio económico (eso lo será para quien quiera que lo sea), es algo que está al alcance de quien muestre interés en crearlo y tenga las narices de enfrentarse a ello. Está en todos los sitios y rincones, y es mucho más accesible de lo que siempre nos han dicho.

Las corrientes vanguardistas de principios del siglo XX ya lo decían, y ese mensaje no ha calado todavía. Ésa es una de las razones (hay muchas más, pero aquí no vienen a cuento) por las que me dedico a la improvisación libre: lo veo como un movimiento que, con intenciones voluntariamente blasfemas, propone un arte más simple y directo, rechazando toda valoración comercial o institucional.

Anímense señores y señoras, y si tienen ganas, decídanse, libérense y no se acomplejen ante nada.

Atentamente, J.G. Entonado & Arín Dodó

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