Sé que hay gente que se pregunta (entre ellos David Byrne, de Talking Heads) si la confusión y la ambigüedad que hay en las reproducciones de baja calidad, en el Lo-Fi, puede ser un factor que abra una nueva puerta al oyente, personalizando la obra que escucha, adaptándola a su vida, e implicándose de una forma que no podría haberse conseguido con una “obra perfectamente grabada”.
Por supuesto, yo soy una de esas personas que lleva preguntándoselo mucho tiempo, y es una afirmación que tengo cada vez más en cuenta. He oído decir en alguna ocasión que lo inacabado es una condición inexcusable de la existencia, y precisamente el Lo-Fi cumple perfectamente con esos requisitos.
Ésa es una de las cosas que me gustan de este concepto musical, por eso me interesa (aparte de la estética, pero esa es otra historia). Además, en mi opinión, una obra artística (en este caso, la grabación en cuestión) y la vida misma están completamente interrelacionadas, son complementarias y se retroalimentan una a la otra.
El arte y la vida se entremezclan continuamente, y a los dos los veo en el mismo nivel, o en el mismo estado. Una obra artística (una obra musical, Lo-Fi, Hi-Fi o como sea) está viva, y cuando alguien la escucha se escapa totalmente de las intenciones iniciales del autor, y pasa a ser parte del oyente. Así es, al menos, como yo lo veo.
La música de señales o de reproducción de baja calidad es una posibilidad y una forma de enfrentarnos a lo que escuchamos, pero, por supuesto, no la única. No quiero que piensen que soy un ortodoxo y un purista, defensor a ultranza de esta manera de entender el arte.
Con esto quiero decir que el Lo-Fi no es una música más “auténtica”, ni mucho menos. Y que los vinilos o las cintas de cassette son la forma de escuchar de los que más entienden de música, no. No me malinterpreten, por favor. Lo grabado pulcramente me transmite las mismas sensaciones y emociones que lo de baja calidad.
Lo Hi-Fi, por motivos obvios y según la opinión generalizada (y también la mía, claro está), es…COOJONUDDO!!!. Cuando algo suena “bien” es la leche!!! Sólo que para mí esos dos soportes de difusión musical son óptimos, tanto el uno como el otro. No me parece que sean conceptos enfrentados. Puedo disfrutar de las dos propuestas por igual.
Hace poco, en una sesión de improvisación, hubo una propuesta en la que se pedía que hiciéramos una pieza en la que hubiera “espacios”. Unos entendieron el concepto de “espacio” como “silencio total en la pieza”. Otros lo entendieron como darle a tus compañeros oportunidad para que toquen, para que desarrollen una idea musical mientras tú estás en silencio, pero siempre hay alguien tocando. No hay silencio absoluto en la pieza, quiero decir.
Son dos maneras distintas de entender una idea, y las dos maneras funcionan perfectamente, siempre y cuando la idea fluya de forma espontánea y libremente, sin condicionantes.
Digo esto porque se creó una discusión acerca del concepto de “espacio”, y los que defendían ese concepto como “silencio total” en gran parte de la pieza, lo defendieron de forma tan vehemente que cuando volvimos a tocar hicimos una pieza, con mucho silencio, sí, pero en mi manera de verlo no era un silencio creativo, creado con la libertad y convicción propia de cada músico. Fue un silencio impuesto a partir del temor de algunos músicos a que les dijeran que tenían un concepto equivocado de la palabra “espacio”. Vamos, que se creó una pieza a partir de un dogma y de una imposición, fue mi impresión. Eso, en mi opinión, no es bueno para la creación de una obra.
Con estos dos ejemplos lo único que quiero transmitir es que, en mi opinión, todas las normas, todas las reglas, todas las visiones son igualmente válidas, y que hay que dejar libertad de elección a cada uno de nosotros. Pienso que en el arte (en la música), como en la vida, no debería haber límites, ni dogmas.
Todos podemos tener un criterio coherente si se escucha o se hace música con ganas e interés. Son distintas formas de enfocar la realidad (en este caso particular me refiero como “realidad” a la validez de una obra musical) porque de hecho, creo, esa realidad es la suma de esas visiones distintas, y la interpretación de cada uno de nosotros enriquece a esa obra en sí misma.
Después de muchos años haciendo música, me he dado cuenta que puede ser la única regla válida: la que nos permita que interaccionemos con esa obra de una manera única y personal, con libertad y espontaneidad. Ni es mejor ni peor, simplemente distinta.
Atentamente, J.G. Entonado & Arín Dodó
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