La entrevista que toca este mes en «Improvisación Libre con…», es algo especial, muy interesante y, creo, distinta a las anteriormente publicadas.
No se la pierdan! Descubran a Pablo Correa.
No sé si tendrás experiencia como músico, pero sí como promotor de conciertos. Dime cuál es tu experiencia en el mundo de la música. ¿Cómo llegaste y por qué te interesa? En particular, la improvisación libre. ¿Por qué te llama tanto la atención?
Sí, efectivamente tengo alguna experiencia como músico. Creo que contándola un poco por encima te respondo a las preguntas.
Realmente nunca aprendí a tocar al modo convencional. Sí, bueno me sé una docena de acordes y dónde están las notas en el traste (guitarra), pero desde el principió traté de llegar a tocar lo que quisiera sin pasar por el conocimiento y aplicación de las relaciones armónicas, que al fin y al cabo es lo que la inmensa mayoría de los occidentales confunden con “música”.
Es decir, trataba de que los dedos simplemente fueran de forma automática al lugar o lugares del traste donde se encontrara lo más parecido al sonido que estaba imaginando en ese momento. Así que en mi caso, el concepto era el de la improvisación libre, incluso de cualquier técnica de digitación que no fuera sólo técnica.
Finalmente, los grupos en los que he experimentado se han basado en “temas compuestos”, y esto lo podía aplicar a pequeña escala, pero lo importante es que tocaba lo que imaginaba.
Creo que me gusta tanto escuchar a músicos improvisadores-libres porque se pone encima de la mesa y de forma instantánea quién está tocando, lo tienes delante. El improvisador está “vendido”, no puede esconderse. Sé si me gusta su arte sin trampa.
¿Crees que la improvisación libre es un género en sí mismo? ¿La consideras apta para el gran público, o es para minorías?
Es que aún no tengo claro el concepto de “Género Musical” aplicado a ciertas expresiones. Voy a usar el Jazz para explicarme: no creo que el Jazz sea un género musical. En algún momento alguien se inventó eso del “Mainstream” (y cuando me entere de quién fue…).
El jazz es una forma de hacer música, una forma de vivirla, pero no se sujeta a nada parecido a un cuerpo estilístico, no hay un género. Es más largo de explicar, claro, pero piensa que si tengo esa idea del Jazz, imagínate lo que me parece considerar la improvisación un “género”.
¿Minorías? ¿Cuáles? ¿Quién las define? Claro que el Arte que refleja un gran espíritu creador puede ser apreciado como algo alucinante por cualquier persona. Hoy no, desde luego, no en occidente, al menos.
Todos estamos perdidos: muchos factores, pero sobre todo la cultura de masas, la imaginería posmoderna y la confusión entre arte y cultura nos han dejado sin paladar. Mira, desde hace unos años estoy desarrollando un proyecto de Festival de Gastronomía y Jazz.
En algún momento me di cuenta de la paradoja que supone lo bien considerada que está la “Cocina Experimental y de Vanguardia”, está al alcance de pocos por el precio, pero cualquiera iría a cenar al Bulli si pudiera… ¡y son experimentos que te metes en la boca y te los tragas! Sin embargo, la “Música Experimental y de Vanguardia” parece que cuesta… No tiene sentido. Es Música alucinante y cualquiera debe poder disfrutarla. En eso tenemos que seguir, y en eso trato de seguir.
Claro, que la realidad te baja de la burra de vez en cuando, y cuando aprieta la economía, bueno, pues uno se adapta y tiene que programar algo más “abierto”. Digamos que esto es una carrera de fondo, y que también hay que mantenerse en la pista.
Mi opinión es que cualquier persona interesada en este estilo musical, aunque solo sea oyente, está capacitada para hablar de los términos musicales empleados e incluso para lanzarse a improvisar. Por eso te voy a hacer las siguientes preguntas: ¿Qué es para ti “espacios” en una pieza? Quiero decir, que si te dicen: “vamos a crear una pieza con ‘espacios’”, ¿qué interpretas?
Sí, claro, así es como me parece que se desarrolla gran parte de la música que tocaba yo. Los “espacios” son las situaciones sobre las que se crea la improvisación.
Cada momento de improvisación libre es único, y se desarrolla sobre el espacio o la textura que se genera en ese momento, bien sea intencionado a priori, o se desarrolle in situ por las confluencias de los caminos que cada músico haya seguido. Es muy evidente. Además, incluso si se hace, o se “pacta” a priori tener en cada momento un tipo de “espacio” diferente (ya sea por la intensidad, volumen, emoción,…), puede ser un ejercicio muy libre y creativo.
No hace falta desarrollar una estructura compuesta al modo convencional (imagino que no descubriríamos la pólvora, pero hace años, en un proyecto, dividimos los momentos del concierto en colores sobre los que se desarrollaba la improvisación, con la influencia de lo que pudiera sugerirnos cada uno).
Creo que tiene que ver con eso en lo que hacen hincapié muchos improvisadores que conozco: la escucha. Significa que en todo momento estás rodeado de un espacio (sonoro) que forma parte del proceso creativo de la improvisación.
¿Crees que debe haber algún “dogma” a seguir para hacerse un buen improvisador? ¿O cada improvisador debe crear su propio lenguaje? Agustí Fernández dice en el libro de Derek Bailey, si no recuerdo mal: “hay tantos lenguajes de improvisación libre como improvisadores”. ¿Estás de acuerdo con eso?
Bueno, a esto más o menos he contestado antes. La improvisación es un acto que pone las vísceras del creador encima de la mesa, y cada uno tiene las suyas y las presenta como quiere.
Es un acto de Expresión Pura (NO de comunicación, eso conlleva interlocutores, emisor y receptor, un código, que sí influirían en la improvisación) y no hay caminos para eso. Cada uno, cada una, hace el suyo.
¿Tienes algún concepto musical claro? Quiero decir, ¿buscas algo concreto cuando escuchas a alguien? ¿O estás abierto a cualquier propuesta?
Seguro que me queda algún prejuicio por ahí, o algún filtro…¡¡es tan difícil deshacerse de los equipajes que nos han/hemos echado encima!! Pero escucho cualquier propuesta sólo porque me guste en el momento.
Sí que es verdad que uno va siempre buscando por lugares que ya le gustan, pero en música “armónica” me puede gustar casi de todo. Me gusta mucho Lou Reed, o me gusta mucho Isao Tomita, o me gusta mucho Falla… No hace mucho compré a la vez un disco de Nightnoise y otro de Ornette Coleman, y el vendedor me dijo que vaya mezcla…
Luego están “las otras músicas”, que ahí sí que busco cosas. Una de las cosas que más me gusta es que sean capaces de lobotomizarme, ¿sabes? Que invadan la actividad cerebral hasta que no te dejen hacer otra cosa.
Por otro lado, me aburre escuchar cosas que ya están hechas. Me explico: puedo escuchar 100 veces un disco de Art Blakey y seguir deseando escucharlo de vez en cuando, pero no tengo ninguna curiosidad en escuchar a músicos que hagan composiciones nuevas de Hard Bop, por virtuosas que sean.
Tengo la impresión de que en jazz, por ejemplo, siempre me ha gustado “lo nuevo”, por ñoño que fuera (por ejemplo, de chaval me encantó el grupo Montreaux cuando apareció, era un sonido totalmente nuevo, o en los 90 oía mucho Acid Jazz,…).
Desde que te conozco eres muy inquieto y no paras de crear eventos para fomentar la música que te interesa. Cuéntame en qué proyectos andas metido e indica algunos links para que se conozcan.
Desde hace unos 4 años me metí en una aventura, que en realidad se ha convertido en mi ocupación al, no sé…, 85% por lo menos. Es el festival Jazz & Cookin’ de Valencia.
Aquí he tenido que ir buscando el formato que permita que se financie (al hilo de lo que he comentado más arriba). Empezó con un programa de improvisadores casi al 100%, y dos ediciones después intento que se haga un hueco en las propuestas Gastro-Musicales de Valencia.
Aun reconociendo la adaptación que ha sufrido, sí que sigue manteniendo un nivel de calidad y originalidad que le hace tener un gran potencial. Además, el formato también pretende ser algo de “la casa”, buscando siempre la fórmula para que la música y la gastronomía converjan al 50%, e invitando a un país o destino en cada edición (este año ha sido Cerdeña).
El proyecto del que partió mi actividad, el sello discográfico Vector Sounds, se mantiene en marcha, pero con una parada en cuanto a nuevas ediciones. La última fue en 2017 del grupo “pan-europeo” Mole.
Aprovecho para darme una palmadita en la espalda y reconocer la calidad de todos los discos que se han ido editando, la mayoría de improvisación libre, que convive en el catálogo con otras propuestas más cercanas al jazz.
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