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Tras el éxito de la última edición del ContemPOPranea 2014 en Badajoz, (insisto en pedirle públicamente a la organización del festival que organice una edición de música extremeña para conmemorar los 20 años) vuelve a resonar en mi sesera aquello de la música Indie.
Nunca supe muy bien a que se referían con aquel concepto, indie, que tan popular se hizo a principios de los 90, quizás más bien a partir de aquel 1992, en el que nuestro país parecía salir de una mimosa nube que tornaba a pesadilla de azufre tras las vacas gordas del sueño Olímpico en Barcelona y la Expo de Sevilla, sin olvidar aquel desconcertante “Extremadura Enclave 92” que apenas sirvió en nuestra región para gastar el poco dinero que no teníamos y llenar la cartera de muchos con un añadido de sellos en sus pasaportes.
En la primera mitad de la década de los 90, los grupos ochenteros de toda la vida, o al menos los que resistían el paso del tiempo, seguían copando las radio fórmulas. Allí estaban en los primeros puestos los extremeños Tam Tam Go! (cuando eran los Tam Tam Go! de verdad claro, con Rafa Fernández Callejo a la guitarra y su gran peso en la autoría de canciones junto a Nacho Campillo, aunque esto es otra historia que retomaremos en alguna ocasión) con su Piel sobre Piel (1992).
También cómo no, Duncan Dhu, quienes tras el éxito de Supernova (1991) sus dos miembros, Mikel Erentxun y Diego Vasallo se embarcaban en aventuras individuales llamados por un afán de búsqueda de inquietudes, o más bien tras la petición de su discográfica, que veía con muy buenos ojos la posibilidad de vender el doble de discos, cuando aun era un gran negocio la venta de discos claro.
La Unión sacaba uno de sus más alucinantes trabajos, Psyconfunkster Au Lait (1993), un álbum diferente y sorprendente para el que contaron con un productor como Stephan Galfas, especialista en construir sonidos sorprendentes, y un fabuloso batería, Les Warner, cuya aportación sería imprescindible en la ejecución de temas como “Vida animal nocturna”, “África” o “Rock en Rusia”.
No obstante, existía cierto descontento en un sector del público más juvenil, más exigente también, que demandaba una música distinta, alejada de las repetitivas radio-fórmulas. Así surgieron los denominados grupos “Independientes”.
Recuerdo que El Inquilino Comunista, Penélope Trip o El Regalo de Silvia fueron los primeros grupos que comenzaron a sonar en corrillos de institutos y universidades, con los fanzineros y entendidos de turno o en las publicaciones musicales más vanguardistas.
Gracias especialmente a Radio 3 o a publicaciones como Rock Deluxe (Internet aún tardaría en ser relevante musicalmente), todos íbamos conociendo a Los Planetas, El Niño Gusano o Surfin Bichos, hasta que por fin, a mediados de la década, en 1995, “Historias del Kronen”, la película de Montxo Armendáriz, basada en la novela homónima del escritor José Ángel Mañas, consiguió que todos cantáramos el “chup chup” de los Australian Blonde, y además que fuéramos conscientes de que aquello iba en serio, que existían grupos nuevos españoles que ofrecían una música distinta, que no necesitaban que las voces fueran inmaculadas ni cristalinas, ni que destacaran especialmente en las grabaciones, casi siempre para el lucimiento de las guitarras, y que incluso cantaban en inglés, aunque precisamente eso ya lo habían hecho, y bastante bien los extremeños Tam Tam Go!, motivo por el cual tras su exitoso “Manuel Raquel”, (“Lawrence’s heart is weak” en la versión original, antes de que el cineasta Ricardo Franco aportara su estupenda letra para la adaptación al español) pasaron un año vetados en las radio fórmulas porque su extraordinario Spanish Romance (1989), uno de los discos más sorprendentes y exquisitos que se han grabado en este país, apenas contenía un par de canciones en castellano).
Les confieso que aquello fue algo emocionante, y, como todos los adolescentes y jóvenes de la época, le di la bienvenida a esa hornada de sangre fresca, a esas guitarras ruidosas y chirriantes, y a esos ritmos de batería que esta vez sí, parecían que iban más allá del charly-bombo-caja, aunque tuve que concentrarme para entender la letra del “De Viaje” de Los Planetas, y convencerme que el break tan estupendo que introducía al estribillo de “Que puedo hacer” no era un plagio del “Boys dont cry” de The Cure.
Aún así, 20 años después, me siguen emocionado algunas canciones del Super 8, en especial sigo temblando y con la carne de gallina cuando escucho aquello de: “Para poder tocar tu mente con mis dedos. Para poder limpiar mis dientes con tus huesos. Y sentirte por dentro, sentirte por dentro de mí…. ” de “Rey Sombra”.
Me gustaban muchas canciones de El niño Gusano, y especialmente de Australian Blonde, (siempre preferí el “Chance” al “chup chup”) aunque confieso que el Pizza Pop (1993), After Shave (1994) y Australian Blonde (1996) se me hacían bastante largos, y hasta el Extra (1998) nunca consideré que tuvieran un disco redondo, al contrario que Los Planetas con aquel inolvidable Pop (1995), con el que los granadinos firmaron sin duda la página más grande del nuevo movimiento “Indie” que se les presuponía.
Pero todo se chafó. Comenzaron a florecer grupos carentes de talento, con un espíritu algo así como fiestero o desenfadado más propio de los 80, pero más pedante y pijeras, respaldados por aquellos periodistas de Radio 3 (en especial Jesús Ordovás y Julio Ruiz) quienes en los 80 habían descubierto a Nacha Pop o Gabinete Caligari, y ahora nos bombardeaban con los Fresones Rebeldes, Nosoträsh, Chico y chica, Meteosat o los insultantes la Monja Enana, contándonos que estos nuevos grupos eran lo más extraordinario y representativo del pop español actual, en detrimento de aquellas mierdas secas de los 80, de las que ahora renegaban.
Parte de la prensa especializada, algunos componentes de los nuevos grupos y directores de los festivales más importantes se confabularon para que todos tratáramos de olvidar a aquellos grupos de antaño, perpetrando una injusticia histórica, amén de una gravísima falta de respeto, que el tiempo, fiscal implacable, se ha encargado de paliar, pues sin duda, muchos de los grupos de los 80 continúan trabajando y editando discos, ofreciendo giras, sin que a ninguno se le hayan caído los anillos por volver a tocar en recintos pequeños o ajustar estrictamente su caché, mientras que la gran mayoría de aquellos esperanzadores grupos “indies” desaparecieron sin ni siquiera escribir media página del pop español.
Siempre se criticó, especialmente al comienzo de la movida madrileña, la escasa calidad respecto a ejecución musical de muchos de los músicos que formaban las principales bandas. En su defensa habría que añadir que no era fácil, ni nada barato hacerse de discos para estar al tanto de las nuevas vanguardias, y casi ni existían tiendas decentes de instrumentos musicales, añadamos que los estudios de grabación, técnicos y productores estaban más verdes que los propios músicos, aunque es del todo cierto que la creatividad de la mayoría de grupos está plenamente contrastada y plasmada en las fonotecas.
Cualquiera cuya edad ronde entre los 30 y 50 años sin duda enumeraría una lista de temas para la historia de los grupos de los 80 en poco más de un minuto, pero permítanme que dude que pudieran hacer lo mismo con canciones de grupos “indies” aunque dispusieran de todo un día.
La calidad instrumental de muchos de los músicos independientes ha quedado patente en la mayoría de actuaciones en tan modernos y numerosos festivales alternativos, y mis propias gafas han presenciado algunas chapuzas que transcienden a monumento artístico de la vergüenza ajena.
En nuestra propia tierra, Extremadura, cualquiera podía disfrutar de jóvenes bandas cuyos directos y grabaciones dejaban a la altura del betún a muchos de estos nuevos grupos, cuyo público extremeño tuvo ocasión de compararlos en numerosos certámenes y festivales.
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