George Martin, para tí siempre Campos de Fresas
Lamentablemente 2016 pasará a la historia como un año musical triste, melancólico, siendo recordado como el lapso en el que algunos de los más grandes músicos de la historia se empeñaron en abandonarnos, dejándonos a los amantes de la música un poquito más huérfanos.
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Le ha tocado el turno a George Martin, “El quinto Beatle”, apelativo que nunca hizo justicia a la total relevancia que Martin otorgó al resultado final de algunas de las más maravillosas canciones legadas para la historia por los cuatro de Liverpool.
El productor nunca puede ser uno más del grupo, no es algo tan sencillo, el consenso global es harto complicado. En ocasiones hay que saber imponerse, y en otras, como en el caso de Martin, dejar que una vaga idea, una mera ilusión o un simple pálpito se conviertan en puntos de inflexión que consiguen cambiar para siempre la carrera de un músico.
Fue uno de esos pálpitos, esa mosca detrás de la oreja, que le decía que aquellos chicos tenían un carisma especial, amparándose en el “nada que perder” lo que le llevó a confiar en un grupo aparentemente normalucho que cambió para siempre la historia, y no solo la musical.
Vuestro seguro servidor, quien filetea y sazona con acierto su mejor carnaca mensual desde el mostrador de esta carnicería, ha leído, visionado y escuchado todo el material posible sobre la historia de los Fab Four y su particular mundo, y en ocasiones se ha encontrado con referencias que no hacen para nada justicia a la figura del productor, amparándose en que la genialidad de Lennon y McCartney siempre diluía con ventaja frente al intento de Martin de pararles los pies.
Algunos insisten en que el propio McCartney podía sustituírle de la mejor manera, incluso el propio Lennon llegó a realizar declaraciones que deberían desaparecer para siempre de los anales de la historia ninguneando al bueno de George, y relegándole al simple papel de comparsa.
Sin embargo, fue el productor el que decidió finalmente trabajar en aquella nueva canción que los muchachos anhelaban grabar, “Please Please Me”, una especie de balada-plagio a lo “Only The Lonely”, de Roy Orbison en detrimento del “How do you do it” que Martin consideraba un éxito seguro. Siguiendo aquella intuición fue él quien propuso el cambio de tempo y algunas modificaciones, que acabaron a la postre consiguiendo el primer número uno.
Después vendrían muchísimos más éxitos, y George Martin no solo no se arrugó cuando llegaron piezas cada vez más interesantes e innovadoras, les animó y les permitió experimentar, y se aventuró para colaborar en el solo de piano de “In my life”, trabajar en las voces al revés de “Rain”, conseguir el resultado final de “Tomorrow Never Knows”, o proponer aquella descabellada idea de acompañar la voz de McCartney con un cuarteto de cuerdas en “Yesterday” y “Eleanor Rigby”. Su aportación en temas como “A day in the life” es imprescindible, así como el resultado final del Abbey Road.
Pero sin duda, si se pudieran utilizar canciones como epitafios, quien suscribe se decantaría sin titubear un solo instante por la más dulce y hermosa canción que haya sonado jamás: “Strawberry Fields Forever”. El trabajo impagable de George Martin, siendo capaz de unir en una dos versiones diferentes de la canción son el resultado de una grabación compleja y fascinante con el mejor de los resultados.
Nunca las desgracias vienen solas, pero cierto es también que no hay mal que por bien no venga. Cualquier intento de homenajer al bueno de George es inútil porque jamás estará a su altura. Me alegro que haya tenido una vida larga y plena, y que jamás haya pretendido darse importancia ninguna. Es un buen momento, siempre lo es, para recuperar la discografía de The Beatles, y de paso detenerse en los detalles y reflexionar sobre la importancia de un productor. Hasta siempre, amigo Martin. Para tí siempre Campos de Fresas, “Strawberry Fields Forever”, pero para siempre jamás.
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