Las Bandas de Música y el Quiosco de la Música de Cáceres

arbol de la música

En tiempos pretéritos, en los pueblos y ciudades, la Banda Municipal de Música era una institución querida y respetada. Piénsese en el primer tercio del siglo XX, en que, para muchos españoles de provincias, las actuaciones de las Bandas de Música eran la única oportunidad que tenían de escuchar música en vivo.

Es por eso que desde finales del siglo XIX, cuando hubo un impulso de las bandas actuales, éstas cumplían una función vital, potenciando el sentimiento emocional y estético de las gentes al verlas desfilar por las calles, o escuchando sus conciertos alrededor de los quioscos construidos a tal fin en las mejores plazas y jardines de los pueblos y ciudades de Europa y América.

Las Bandas de Música despertaron el sentimiento artístico, y fomentaron el interés de muchos por la más espiritual de las bellas artes, siendo vivero de tantos y tantos músicos.

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Las Bandas de Música y el Quiosco de la Música de Cáceres

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Foto: Árbol de la Música de Soria

La etapa dorada de las Bandas de Música pasó, si bien estas agrupaciones siguen creciendo en nuestros pueblos y ciudades pudiendo aún contarse con algunas de muy alto nivel artístico, de las que en todo el levante español se da buen ejemplo.

Pero hoy las Bandas de Música compiten en el interés de las gentes con otras formaciones de muy distinto cariz si, además, sumamos tanto la televisión como otras plataformas audiovisuales y sus muy variados espacios musicales.

Las Bandas de Música y las Bandas Municipales fueron hace años aglutinante social del pueblo, y aún quedan en pie bastantes de los quioscos o templetes que las albergaron. Templetes que son más que adorno en los parques, plazas o jardines, porque fueron en un tiempo nada más y nada menos que templos de la música.

Muchos, es verdad, ya no se utilizan apenas. Se yerguen como reliquias de un pasado romántico con su estructura circular para acomodar a los músicos, y algunos de estos templetes son auténticas joyas del arte modernista, hechos en hierro forjado y con cubierta artística metálica, e incluso hay quioscos con la original cubierta que proporciona la frondosa copa de un árbol.

Tal es el caso del Árbol de la Música de Soria, que preside la glorieta Martin de Tapia, de la Alameda de Cervantes. Quiosco donde tenían asiento los miembros de la Banda Municipal bajo el amparo vegetal del secular olmo donde, al decir de Laín Entralgo “los bombardinos soñaban a ser jilgueros”. (Olmo, hoy sustituido por un castaño de indias, de flor rosada, al morir aquel de grafiosis).

Vivimos unos tiempos en los que poca importancia parece darse al lenguaje con los destrozos que se hacen continuamente al habla castellana. No hay apenas esfuerzos por expresarnos con propiedad. Son inventos y deformaciones las que con frecuencia van socavando y manipulando el lenguaje, hasta que llegamos a la degeneración de nuestro idioma, tan rico por otra parte.

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Foto: El Quiosco de la Música de Cáceres

Viene a cuento esto, en referencia al quiosco de la música que desde hace siglos se yergue en el Paseo de Cánovas, de Cáceres. Desde hace ya unas décadas se le viene llamando El Bombo. Sin duda es una expresión salida de la chiquillería, que asociaba de alguna manera tal instrumento de percusión con la Banda de Música.

Las dimensiones del mismo parece ser que llamaba la atención de los pequeños. Circunstancia que se pone especialmente de manifiesto en los desfiles, puesto que el instrumentista encargado de marcar el pulso con la maza, porta sobre su panza una caja cilíndrica de tan notables dimensiones, que hasta puede llegar a tener 70 cms de diámetro.

Llamar a la Banda “El bombo”, como manipulación del lenguaje, es admisible en un pequeño, pero lo que ya parece intolerable es que se haya quedado bautizado el vetusto templete con el nombre de “El bombo”.

Y lo que es peor, se da por hecho (y así lo he leído) que se le bautizó de tal manera hace ya bastantes años, lo que es falso, y hoy nos encontramos con que no es solo lenguaje popular, sino que, en los medios de comunicación, cuando a él se alude, es el vocablo que se emplea. No deja de ser una perversión zafia del lenguaje por quienes deben dar ejemplo de buen decir, esto es, los comunicadores de la lengua escrita y hablada.

Lo que denominé templo de la música, en Cáceres se ha convertido en “el bombo”, nombre que en cierta manera menosprecia la valoración social y cultural de las Bandas de Música. Digo que menosprecia, con permiso de tan imprescindible instrumento en estas agrupaciones formadas por viento (madera y metal) y percusión.

No nos dejemos arrastrar por lo vulgar, y demos a cada cosa la verdadera dimensión y su verdadero nombre: El Quiosco de la Música de Cáceres.

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