My name is Prince

My name is Prince

Sin duda alguna, al melómano carnicero que filetea y sazona con todo su amor la mejor carnaca mensual desde el mostrador de esta insigne carnicería, le hubiera gustado escribir sobre otras curiosidades o anécdotas musicales en lo que va de este 2016.

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Son ya demasiados artículos hablando de artistas de renombre desaparecidos en apenas cuatro meses transcurridos de este fatídico año, el cual ya aventuré en mi artículo de Abril, se recordará como aciago para la historia de la música por cuantos y tan grandes nos abandonaron, legándonos, eso sí, su impagable trabajo para la historia.

El artista que hoy ocupa nuestras lineas no es otro que Prince. Parece mentira, pero el menda siquiera era aún un preadolescente preocupado por beber todos los sonidos que iba descubriendo cuando el artista anteriormente conocido como Prince era conocido como Prince. Permítanme la gracia y la broma por aquello de restarle dramatismo y transcendencia a un hecho tan triste.

Seguramente el genio de Mineápolis ya habría estrenado la peli de “Purple Rain”, con aquel disco homónimo que vendió millones de copias a cascoporro, y es probable que ya incluso hubieran aparecido éxitos que pertenecen a la historia de la música como la deliciosa “Kiss”, con esa parte vocal maravillosa en falsete y esa espectacular guitarra con riff de apertura y punteo incluídos. Entonces uno no tenía edad ni sensibilidad para pensar en aquellas menudencias. Quizás los recuerdos más remotos rememoran aquella especie de obsesión morbosa que la prensa perseguía en forma de enemistad del autor del “I wanna be your lover” contra el rey del pop, tambien lamentablemente desaparecido Michael Jackson.

Pero pasan los años y Prince es el encargado de plasmar la Banda Sonora de la película Batman (Tim Burton, 1989), y en ese momento ya empezaba uno a apreciar canciones como “Batdance”, con ese impresionante videoclip en las que se desata a los sintetizadores y al bajo. Siempre recordaré lo mucho que disfrutábamos mi amigo Ricardo Larios (guitarrista de la aclamada y añorada banda pacense Darksound) y el menda, escuchando el Love Symbol Album propiedad de su señor padre, y que nosotros absorvíamos en horas de siesta y con alevosía especialmente con temas como “Sexy MF”, que nos parecía lo más, y sobre todo el “My Name is Prince”, en la que el “modesto” cantante nos venía a anunciar que recuperaría más pronto que tarde el nombre por el que realmente será recordado. Era aquel un excelente disco, y The New Power Generation una banda formidable, con una gran mezcla de estilos que a día de hoy sigue sonando extraordinariamente bien.

Con el paso de los años fue un gustazo descubrir tantas viejos-nuevas canciones y discos, y recuperar gracias a Internet actuaciones que en su día no pudimos disfrutar. Vocalista de primera donde los haya, y multi-instrumentista de calidad, nunca pretendió pasar a la historia como un excelente guitarrista, aunque muchos lo consideran a la altura de Jimi Hendrix o el propio Santana.

Durante los 90, Prince tenía de una manera u otra algo despistados a sus seguidores, sacando tantos discos en tan poco tiempo, con tantas y diferentes bandas, y cambios de nombre, y sin Internet como hoy lo conocemos para seguirle la pista. Su recelo a las plataformas digitales quizás hayan contribuído a que el público más joven aún no lo haya descubierto, pero  no existe momento más apropiado que la muerte de un artista tan transcendente para descubrir y redescubrir su obra, haciendo buena una vez más la máxima que asegura que no hay mal que por bien no venga.

Nunca pude ir a un concierto de Prince, y jamás compré uno solo de sus discos. Disfrutaba con su virtuosismo en directo y con algunas canciones de sus discos, pero siempre lo he considerado uno de los artistas más importantes de los últimos cuarenta años, y al redactar una lista de canciones favoritas, uno se sorprende al descubrir varias suyas que forman de una u otra manera una parte de nuestra vida. Se nos ha ido un pedacito de nuestra historia. Un símbolo, que irónicamente fue su carta de presentación durante algunos años. Pero olvídense del símbolo, y de lo de “el artista anteriormente…”, Prince siempre fue Prince y será siempre Prince. Nunca necesitó apellido ni sobrenombre alguno. Casi nadie sabe ni siquiera que su nombre es Prince Rogers Nelson. ¿A quien le importa? Su nombre es Prince. Y para que no quedara duda, ya lo dejó en aquella fabulosa canción grabada para la historia.

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