En esta nueva entrega de «Improvisación Libre con…» concoemos en profundidad a Enrique Crespo.
Entrevista a Enrique Crespo Molera, Improvisador libre, escritor, tipo polifacético y uno de los miembros fundamentales de Arín Dodó.
Conocí a Quique en una exposición hace ya unos diez años. Estaba tocando la tabla india, y en cuanto lo vi, lo abordé porque sabía que tenía que hacer grandes cosas con él. Conectamos al momento porque tenemos una visión muy parecida de lo que es el arte, y un sentido del riesgo similar.
Le propuse fundar el colectivo Arín Dodó, una agrupación fundamental en mi vida, y que llegó a ser gracias a Quique, a mí, y a otros cuantos de los que ya he hablado en distintos capítulos de otra sección de esta revista, un grupo de improvisación libre y performance bastante completo.
Improvisación Libre con… Enrique Crespo: improvisador libre, escritor, un tipo polifacético
¿Cuándo y cómo llegaste a la improvisación libre?
Existe una procedencia primordial: los parques de Madrid. Allí es donde tuve mi primer contacto con la música, y, en concreto, con la percusión “de manos”. En los inicios todo fue aprendido del boca a boca, de tocar y tocar en parques, en la calle, en fiestas, en casas, o pasacalles.
Fue un aprendizaje vía tradición oral. Ver, escuchar y probar, una y otra vez, todas las semanas. Unas botellas de vino o cerveza, darbuka o djembé al hombro, y a pasar tardes enteras hasta que dolieran las manos…, o la cabeza.
Después, siendo un veinteañero universitario, vino el convertir esa distracción en un hobby algo más serio. Comencé a comprar instrumentos de percusión de todo el mundo, y pasé por una formación más estricta.
Tuve varios gurús en música hindú, pasé por academias, me dieron clases y cursos diversos maestros de música árabe y africana, incluso caribeña. Y viajé a aprender de la misma calle y playas donde ellos tocan sus ritmos frenéticamente.
Curiosamente, nunca aprendí de un profesor occidental, y nunca aprendí formalmente los sistemas de música convencionales. Será porque ellos solo se hacen llamar profesores y no maestros, gurús o guías. Quién sabe…
Todo eso estuvo muy bien para dominar la técnica, la métrica y para comprender las raíces de muchos tipos de música (¡hasta aprendí a leer hindú!), pero ya era por entonces ese tipo de alumno que preguntaba demasiado, que decidía cambiar la última nota o golpe al final de la composición simplemente porque me sonaba bien, o que decidía probar a golpear con un codo el lateral del tambor sólo porque me hacía gracia el sonido que producía.
Aquí comenzó a surgir el conflicto entre lo estipulado, lo ensayado, lo previsto, en contraposición a lo desconocido, lo libre, lo emocional.
Me faltaba el elemento de sorpresa, lo imprevisto, la conexión espontánea con otro músico, el crear sobre la marcha, el explorar nuevos límites según las manos van golpeando la piel de ese tambor. Aquí abracé el concepto de la improvisación libre y la música experimental, aunque sin menospreciar o desdeñar cualquier otra forma musical.
Ya tenía unos 25 años creo. Y caí de bruces en el embrujo del tocar por tocar, del crear por crear, del abrazarme a otro artista (músico, poeta, bailarín o actor) en directo, sin previo aviso, y entonces ver las caras de los espectadores que se van percatando de que todo eso está pasando de forma libre y espontánea. Fue amor a primera vista, y sin protección.
¿Cuáles son las influencias que te han ayudado al aprendizaje de tu lenguaje musical? ¿y a la improvisación libre?
La calle ha sido una influencia fundamental. El lenguaje que se toca en ella ha influenciado siempre cualquier amago de arte que haya intentado hacer, sea música, teatro, literatura o dios sabe qué.
Cuando digo “calle” me refiero a su concepto más amplio: cualquier composición artística que es expresada en un lugar que no haya sido concebido para ello.
Así pues un bar canalla de copas es la calle, un garaje okupa, el camping de un festival, una hoguera en las montañas, la terraza de un ático en Madrid, etc. Me dejo influenciar incluso por mi vecino aprendiendo a tocar el saxo por las mañanas, o cantando en la ducha.
Esa influencia es capaz de enseñarte mucho lenguaje musical, es un repertorio inagotable. Es fundamental para poder improvisar después de forma natural. También ha habido influencias convencionales, !claro! Música clásica, compositores y pianistas modernos como Wim Mertens o Ludovico Einaudi han sido fuente inagotable de sabiduría musical.
Música de los 70 hasta principios de los 2000 también: Joy Division, Led Zeppelin, Nirvana, Depeche Mode, Massive Attack, Portishead, Morcheeba, Placebo y un largo etcétera. Y música hindú o mezclada: el gran Ravi Shankar y Alla Rakha, Ravi junto al violinista Yehudi Menuhin, su hijo Zakir Hussain y su inmortal album: Tala Matrix.
Y música electrónica, por supuesto, ésa es la influencia del ahora: Talvin Singh, Orbital, Underworld, música trance, tribal, techno y hasta el deep house, chill out y, por supuesto, la música experimental electrónica. Amo la música, así pues las influencias provienen de casi todos los puntos cardinales.
Solo he rechazado, con prejuicio y racismo, la música comercial, la de copla y vermouth, la de los “triunfitos” y descendientes de Julio Iglesias, y cualquier música internacional que se produzca a base de dos acordes constantes y dos frases empalagosas con un reverb y arreglo de espanto.
Esa música “popular” o comercial, o también llamada la de los 40 principales o de la MTV, me produce una tristeza difícil de explicar. Me da pena pensar que tantas personas en el mundo sólo vayan a poder oír los mismos dos acordes de guitarra o piano, y la misma letra toda la vida.
Es como comer arroz blanco toda la vida hasta irte al hoyo. Eso es lo que yo llamaría una influencia negativa, una anti-influencia, que en el fondo también son importantes para saber lo que uno no quiere expresar con la música.
¿Qué es para ti “espacios” en una pieza? Quiero decir, que si te dicen: “vamos a crear una pieza con ‘espacios’”, ¿Qué interpretas? Es que quiero que un insigne miembro arindododiano como tú me diga que piensas de esto… (desde que no estoy con vosotros [los arindododianos], me he metido en círculos muy sesudos y me he encontrado con preguntas como ésta).
Interesante pregunta… Para mí, normalmente, un espacio en una pieza artística pueden ser dos cosas:
- Un trozo autónomo y particular en el que hay un objetivo único que alcanzar, tal vez una cima musical con todos los instrumentos a la vez, o un valle musical con un instrumento en solitario que protagoniza todo el espacio.
- O podría hacer referencia justo a lo contrario, que la pieza tenga partes sin tanta intensidad u objetivo alguno, en el que hay espacio para que la improvisación surja sin atropellarse unos a otros, momentos en los que de alguna forma hay “huecos” evidentes para poder añadirse al conjunto. Es una especie de dejar espacio a los demás.
De todas formas, creo que es un concepto sin significado pleno hasta que es puesto bajo contexto, dado que podría significar hasta espacios de silencio en algunos casos, ¿no?
También he oído, como tú, decir eso en algunos ámbitos, y algo me dice que es de esas expresiones que quedan bien, bien pedantes me refiero, pero que nadie está seguro a qué se refieren.
Cuando la he oído me he dejado llevar igual hasta que he comprendido el contexto y el verdadero significado de esos “espacios”, a veces no se refieren a absolutamente nada.
Ahora que lo pienso, me recuerda a la palabra ecléctico que se usa mucho en ambientes y críticas musicales, y cuyo verdadero significado hace referencia a una mezcla neutral de estilos y formas de pensar, es decir, probablemente nada en concreto igualmente.
Cómo le gusta a los artistas y consumidores de arte usar palabras y expresiones que no aportan nada concreto. Nunca deja de sorprenderme ese hecho. Son como los políticos en ese sentido.
¿Consideras que la improvisación libre es un género musical autónomo?
No, no lo creo. Pensarlo es negar la propia naturaleza de la improvisación libre. Un género musical comparte ciertas características que terminan agrupando bajo un estilo a un conjunto de artistas y sus piezas. La improvisación libre no tiene estilo predefinido, ni una forma esperada, ni unas características típicas, luego no puede convertirse en un género musical por sí mismo, no tendría mucho sentido.
Otro asunto mucho más importante es si tras mucho improvisar e improvisar se alcanzan ciertas estructuras recurrentes. Entonces lo que habrá sucedido es el nacimiento de un nuevo género musical.
La improvisación musical, la improvisación libre, es la cuna donde se forjan nuevos géneros sobre otros ya existentes, se mezclan géneros hasta ser uno con nombre propio, o donde aparecen nuevos instrumentos y formas musicales.
Sin improvisación libre todavía seguiríamos golpeando un trozo de madera hueca y danzando alrededor del fuego. Esto es algo que nunca hay que olvidar.
Hay músicos e improvisadores (como yo, por ejemplo) cercanos a la idea de hacer primeras tomas y de dejarse llevar por la intuición, la inmediatez y la espontaneidad. Hay quien dice, sin embargo, que esa forma de entender el arte lleva a fórmulas repetitivas y aburridas, y que el ensayo y la composición son necesarios para evitar esos inconvenientes. En mi opinión, las fórmulas y patrones se repiten en cualquier manifestación artística. ¿Qué opinas?
El arte lo hace un ser humano. El cerebro del ser humano funciona a base de patrones que le permiten sobrevivir.
El arte no es una excepción a esa naturaleza fundamental del ser humano. Pensamos con patrones y estructuras, luego cuando expresamos en formas artísticas estos subyacen a esa manifestación, se ensaye o componga un año entero, o se improvise de la forma más loca y libre posible, siempre podremos encontrar elementos conocidos y comunes.
Eso pasará siempre, o al menos hasta que algún ser humano logre vencer a su propia naturaleza y no pensar de forma estructurada sin estar loco, loco de verdad me refiero, de psiquiátrico, y a esos es mejor no darles un instrumento que podría convertirse en una arma contundente o arrojadiza.
No creo que eso sea aburrido o repetitivo. Es como pensar que desde el paleolítico llevamos pintando caras de personas, o ahora las fotografiamos también. Pues es así, y algo me dice que en el año 2575 también la humanidad seguirá representando o pintando caras de otras personas, y eso será su arte.
¿Es eso repetitivo o aburrido? No lo creo. Lo aburrido sería hacerlo siempre de la misma forma. Eso es lo que cambia. Eso es lo que hace el arte interesante, que las formas cambian, los métodos, medios y mensajes cambian. No tiene mucho sentido comparar improvisación y composición, son formas y métodos diferentes de manifestarse musicalmente en este caso.
El resultado es una pieza musical, tanto en uno como en otro, ni más aburrida o repetitiva que la otra, ambas contarán con patrones y estructuras subyacentes comunes, se quiera o no.
¿En qué proyectos has participado o estás participando?. Cuéntame tu experiencia neozelandesa y cómo a partir de ahí te has puesto a escribir como un loco…
La realidad es que me encuentro en un parón en cuanto a improvisación musical y participación en proyectos artísticos.
Marché a Nueva Zelanda hace casi 6 años, con la idea de pasar tal vez un año solamente. Una idea del viaje era también descansar y apartar mente y cuerpo de tanta vorágine artística de los últimos años, música, composición, escribir relatos, teatro, danza, actuar y actuar sin descanso.
Arín Dodó copó mucho de todo aquello, Industrial Water (proyecto de música experimental electrónica y con improvisación en directo) capturó el ámbito de la composición casi por completo, tocar en directo para teatro, musicales o danza, grabar para ese amigo de turno o lo que fuera surgiendo, me apuntaba a todo lo que fuera coger uno de mis tambores e ir a actuar, ya fuera una galería de arte o una asociación del barrio, ensayar teatro, ir al parque o un festival a tocar, incluso hasta daba clases particulares de percusión.
Estaba un poco cansado sinceramente, es lo que tiene decir que sí siempre. Aparte, ya no empezaban a caber en casa todos los instrumentos: tablas indias, darbukas, djembés, baterías de bongos, gongs, cuencos tibetanos, panderos, platillos, xilófono, baláfono, khol, dholak… ¡Ah, y el sitar que nunca terminé de aprender a tocar bien!
¡Claro que al final me quedé mucho más tiempo en Nueva Zelanda! Ahora acabo de regresar. Esto llevó el parón premeditado a un parón inesperado y continuado. Allí no me moví nada artísticamente hablando. No sé muy bien el porqué. Nunca llegué a pensar que habría allí círculos musicales que me llenaran como los que conocí en España. No lo sé y supongo que me llevaría una sorpresa si volviera e intentara descubrirlos.
Entonces comenzó una reclusión e introspección interior en el sentido artístico. Volví al arte más individual que hay: escribir. Escribir, escribir y escribir. Una dieta estricta. Relatos, guiones y conatos de novelas largas, novelas cortas revisadas y poesía, mucha poesía.
Y de ahí, un día me di con la cabeza al salir de la ducha, y me he decidido a comenzar a publicar poco a poco esos materiales, lo que ha terminado en un bonito e interesante (porque yo lo digo, claro) libro de poesía titulado “Más allá del cristal”. Habrá más, ya no hay vuelta atrás, al menos por un tiempo.
Escribir llena casi por entero mi gula insaciable por crear. Aunque no del todo, y la música es ya una raíz ineludible que está muy adentro de mí, así que decidí terminar de aprender a mezclar y pinchar, un dj vamos, y es algo en lo que avancé en Nueva Zelanda y ahora me apasiona y sigo bastante metido, Flying Fariel es el nombre artístico.
Es algo que además puedo hacer individualmente, y acompaña a la perfección a los tiránicos requerimientos de la escritura.
Mañana no lo sé, puede que vuelva a improvisar música electrónica, como en Industrial Water, o componerla a conciencia, o volver a tocar con Arín Dodó, o grabar algo con Entonado. Ése es el Quique de mañana, no lo puedo saber.
Explícame brevemente tu concepto musical.
¿Concepto? Si lo tuviera… No hay uno, lo digo con sinceridad. He hecho de todo: improvisación libre, meditación musical, locuras, música convencional, composición seria o improvisada, mezclar música, he visto y escuchado de todo, y sigo viendo y escuchando de todo. Esta amalgama hace que no haya un concepto musical definido.
Sí puedo contarte qué es lo que le pido a la música que escucho o que yo hago o mezclo: que me produzca algún escalofrío de vez en cuando, nada más.
Indica links, grabaciones, páginas webs…donde aparezca tu material.
Del ahora: Un canal de twitter de poesía (ver aquí). El nuevo libro de poesía AQUÍ o AQUÍ.
Un canal en Mixcloud como “Flying Fariel” con sesiones de electrónica, deep house y progressive.
Del pasado: la improvisación libre hace que no queden demasiados vestigios de ella. También muchas páginas web, una de percusión libre y de enseñanza por ejemplo se han perdido (que no son gratis 😉
Arín Dodó tiene un canal de youtube en el que seguro que aparezco en vídeos y grabaciones antiguas.
Un pequeño fragmento de una bonita actuación de parte de Arín Dodó leyendo poesía.
De Industrial Water se perdió su página web y queda solo un pequeño legado de uno de sus albums en Soundcloud.
Encontrarás más entrevistas AQUÍ y más Improvisación Libre AQUÍ.