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Ella Fitzgerald, la Primera Dama de la Canción

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Quien me conoce sabe que soy una persona muy apasionada, pero quien me conoce de verdad sabe que una de mis principales pasiones es Ella Fitzgerald, y de ella vamos a hablar hoy, de la mejor voz que ha dado la historia de la música.

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Los primeros años de Ella Fitzgerald

Nuestra heroína (ya os he dicho que me apasionaba) nació el 25 de abril en la ciudad de Newport News, en el estado de Virginia. Hija de padres no casados, el padre las abandonó siendo Ella muy pequeña. Pasados unos años, marchará junto a su madre y su padrastro (un pastor llamado Joseph Da Silva) a Yonkers, en el condado de Nueva York.

Educada en la iglesia metodista, esto le ofreció el primer contacto con la música. Además, durante estos años recibió clases de piano, aunque ella quería ser bailarina de claqué.

En 1932, cuando Ella tenía 15 años, murió su madre, trasladándose un año después a vivir con una tía a Harlem. Aquí empieza a ausentarse del colegio, y pronto consiguió un trabajo como vigilante de un corredor de apuestas afiliado a la mafia.

Denunciados, Ella fue llevada a un asilo para niños del Bronx, y después trasladada a la Escuela de entrenamiento para niños de Nueva York, reformatorio del que se escapaba bastante a menudo.

Y así sobrevivía, cantando por las calles, haciendo versiones de Louis Armstrong, Bing Crosby y de The Boswell Sisters. Idolatraba a la cantante de éste último, Connee Boswell, la primera vocalista blanca que hizo un Scat dentro del jazz (ejem, ejem, espero que tengáis los deberes hechos y no os tenga que recordar que es el Scat…).

Hasta que con 17 años debutó en el Teatro Apollo en las “Noches de debutantes”, donde ganó el premio de la noche, que no era otra cosa de actuar durante una semana. No le dejaron, decían que tenía aspecto desaliñado.

Sin embargo, ese 21 de noviembre de 1934 nacía una estrella, pues miembros de la orquesta de Chick Webb la vieron e insistieron al director para que la contratara.

El nacimiento de una estrella

A partir de aquí comenzarán unos añitos de éxitos, consiguiendo en 1938 un auténtico hit en la radio con la canción A-Tisked, A-Tasked, a green and yellow basket, una composición a partir de una canción infantil que se convirtió en una de las más vendidas de la época.

A la muerte de Chick Webb, en 1939, la banda pasó a llamarse “Ella and Her Famous Orchestra”, convirtiéndose además en la directora hasta 1942 (dato que a mí me parece muy importante, tratándose de una mujer y la época que era).

Grabaron cerca de 150 canciones. Además, en este tiempo trabajó con la orquesta de Benny Goodman, y a parte tenía su propio trayecto paralelo, Ella Fitzgerald and her savoy eight. Una auténtica máquina de hacer música, vaya.

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A partir de los años 40, Ella se lanza como solista, se adapta a la época Bebop haciéndose la reina de Scat (aunque ya lo era), principalmente influenciada por la banda de Dizzy Gillespie. Decía Ella: “solo traté de hacer con mi voz lo que ellos hacían en la banda”.

Y vaya si lo consiguió, pues era capaz de cantar líneas melódicas de derivación instrumental como si fuese un instrumento más, alejándose así de las férreas normas de la canción popular, y todo ello con una dulzura increíble.

Improvisaba con su voz emparentando solos con saxofonistas y trompetistas, valiéndose de palabras sin sentido, muchas veces, como vehículo para transmitir su voz de manera técnica (sí, Scat, pero del bueno), siempre con una articulación impecable.

En 1945 sale a la luz la canción Flying Home, que será considerada como uno de los registros jazzísticos vocales más importantes de la década, pues la técnica empleada era impecable, algo que también ocurría con Oh!, Lady Be Good!

Los años 50 serán el momento de las giras mundiales, llegando incluso hasta Australia (durante este viaje no le dejaron subir al avión por su color de piel, y tuvo que esperar durante horas en Honolulu. Finalmente denunció y ganó la demanda a la Pan-Am).

Tal era la importancia de Ella en el mundo de la música que su manager creó la compañía Verve Records en torno a su figura. Este es un momento de colaboraciones.

Comenzó haciendo versiones de Cole Porter y colaborando con infinidad de artistas: Duke Ellington (2 álbumes de estudio y dos en directo), Count Basie (una de sus mejores colaboraciones Ella and Basie!), o Louis Armstrong (dos álbumes estandartes para el jazz: Ella and Louis y Ella and Louis, again.

ella fitzgeraldEl combo Ella y Louis era entrañable, incluso ella imitaba la voz de él cuando cantaba algunas canciones, algo que hace en estos discos. Eran amigos y se notaba). Perecedero en los tiempos será el encuentro musical que tuvieron Ella, Louis y el Oscar Peterson Trio, una auténtica exhibición de talento.

También hizo muchas apariciones televisivas en shows del tipo The Frank Sinatra show, The Andy Williams show o The Ed Sullivans show (como veis, súper originales los nombres de los programas…). También salió en varias películas, siendo la más famosa Pete Kelly’s Blue, donde compartía cartel con Janet Leigh, y la también cantante (pero no igual) Peggy Lee.

Ella Fitzgerald y el racismo

En su vida privada, se casó dos veces y adoptó a un niño junto su segundo marido, el famoso bajista Ray Brown, de quien se divorció en 1953, aunque continuaron trabajando juntos.

Fue una gran activista en favor de los Derechos Humanos, usando su voz para intentar romper las barreras raciales, aún hoy existentes, en su país. De hecho, hizo una gira llamada Jazz at the Philharmonica, que actuaba principalmente en lugares segregados.

ella fitzgeraldSe aseguraban que no había asientos segregados entre el público y que los artistas cobrasen lo mismo y tuviesen el mismo tipo de alojamientos, independientemente de su raza o sexo. Sino era así, se cancelaba el show.

Creó una fundación enfocada al subsidio de los más desprotegidos, además de una escuela de educación musical infantil.

Por todo ello recibió muchos galardones por su enorme labor a favor de los Derechos Humanos. También le concedieron el Doctorado Honorífico de Música de la Universidad de Harvard.

Como todos, Ella sufrió mucho racismo. Uno de los acontecimientos más sonados fue en 1955, cuando le prohibieron tocar en el Club Mocambo (muy mítico en aquellos años y en el que ya habían actuado artistas negros antes), donde se movía el famoseo de la época. Pues fue la actriz Marilyn Monroe, gran fan de la cantante, quien se puso en contacto con el dueño diciéndole que siempre que Ella Fitzgerald cantase allí, ella estaría sentada en primera fila.

Este acto hizo que a Ella Fitzgerald se le abrieran las puertas a un público más comercial, algo que otros no pudieron conseguir, por desgracia (y racismo, claro).

Las últimas canciones de Ella Fitzgerald

Su última grabación fue en 1991, y su última actuación en 1993, apagándose su vida el 15 de junio de 1996 en Beverly Hills, California.

Musicalmente era una bestialidad de mujer, grabó discos de todo tipo y colaboró con TODO el mundo, ella (o Ella) podía.

Su voz era un arranque virtuoso que utilizaba la letra de la canción como simple vehículo para articular sonidos vocales, por eso sus líneas vocales podían ser ejecutadas por una trompeta o un saxo alto sin perder autoridad.

Publicó cerca de la friolera de 250 discos en toda su carrera, algunos directos, otros colaboraciones y todos geniales. Destaca el concierto en Berlín en 1968 que es una auténtica obra maestra, sin discusión.

Escuchar sus conciertos es comprender el virtuosismo, y si encimas le añades ese “Thanks you” final tras cada canción con voz de niña de 15 años, te roba el corazón. Por todo eso y por mucho (mucho, mucho, mucho) más, Ella Fitzgerald fue, es y será La Primera Dama de la Canción.

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