Monk, el Bopper del piano

En esta entrega vamos a hablar de Thelonius Monk, un personaje misterioso, no muy conocido por el colectivo popular, pero con una importancia superior en el desarrollo del Jazz moderno.

Se trata de un personaje lleno de sombras, con una idea muy personal de la música, y quizá el pianista más original y complejo de la historia del Jazz. Hablamos de Thelonius Monk.

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Monk, el Bopper del piano

Thelonius Sphere Monk nació un 10 de octubre de 1917 en Rocky Mount, en Carolina del Norte. En 1922, toda la familia se mudó a Manhattan. Con 7 años empezó a tocar el piano de manera autodidacta, pero entre 1937 y 1939 estudió en el Juilliard School.

Aquí tiene su primer encuentro con el Jazz al escuchar al trío de Keg Purnell. Después se unió en sociedad musical con Kenny Clarke, y a los meses estaba girando con una predicadora evangelista tocando el órgano.

A los pocos años ya estaba investigando sonidos nuevos. Pasó a ser el pianista oficial del Minton´s Playhouse, un conocido club de Jazz de Manhattan.

Su trabajo en este garito fue primordial para el desarrollo del Bebop, pues él fue uno de los primeros en atreverse con la improvisación y con la ruptura de los sonidos de las Bigbands. Por el Minton´s pasarían todos los mitos del Bebop: Charlie Parker, Dizzy Gillespie, Charlie Christian, o Kenny Clarke.

Las primeras grabaciones de Monk son de 1944, acompañando al genio de Coleman Hawkins (este combo se repetiría en 1957, también junto a Coltrane). También tocó con la banda de Dizzy Gillespie, proporcionándole un poco más de fama. Es verdad que el estilo de Monk se separaba un poco del Bebop (su verdadera revolución llegaría ya en los 50).

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En 1947 le presentaron a los fundadores de la histórica compañía Blue Note Records. Monk se convertiría muy pronto en el artista principal y líder de las grabaciones de la compañía, mostrando mucho talento como compositor de melodías originales para la improvisación con un sello muy personal.

Sin embargo, estas primeras grabaciones no tuvieron nada de éxito, incluso los críticos hablaban de que Thelonius tenía dos manos izquierdas…, ni puta idea, vamos. Pero todos estaban empeñados en que la música de Monk era especial, sabían que era un genio, y por eso no pararon de hacerle publicidad, hasta que finalmente consiguieron que un periodista musical le hiciera una entrevista para el medio PM.

Adquirió fama, pero no lo que esperaban. Eso sí, le valió para ser contratado durante unas semanas en el Club de Jazz Village Vanguard…, y no fue nadie a verle. De esta época nos quedan obras tan geniales como «Off Minor», «I mean you», «Evidence», o el disco Thelonius Monk, the complete genius.

Las mejores obras de Monk

En 1951, el destino le dio una hostia a Monk. La policía les pilló a él y a Bud Powell en un coche consumiendo marihuana. Bud se autoculpó, sin embargo, como Monk se negó a declarar en contra suyo, se le retiró la tarjeta de cabaret de la ciudad de Nueva York, sin la cual no se podía tocar en ningún garito. No consiguió recuperarla hasta 1957.

Durante ese tiempo se dedicó a componer y a dar forma a las ideas musicales que tenía en su cabeza, y a grabar y actuar en teatros y en garitos fuera de la ciudad.

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También fue contratado en esta época por Prestige Records hasta 1954, donde grabó varios álbumes, no muy reconocidos a pesar de ser auténticas joyas. Contaba con Sonny Rollins (saxo), Art Blakey, y Max Roach (ambos baterías). También durante esta época tuvo alguna colaboración con Miles Davis, sin embargo, la conexión entre ambos fue nula.

En 1954 realizó su primer viaje a París, donde actuó en varios conciertos y grabó alguna sesión de piano en solitario. En este momento le presentaron a Pannonica de Koenigswater, una baronesa muy aficionada a la música, que pasó a convertirse en amiga de la familia y mecenas de Monk.

Por esta época, Monk empezaba a estar reconocido, además de ser muy apreciado por sus compañeros, sin embargo, sus registros eran muy poco aceptados. En más de una ocasión se vio obligado a grabar varios discos de estándares para ganarse la vida, igualmente eran geniales, pero no contaban con su personalidad propia.

En 1956 salió a la luz Brilliant Corners, un álbum complicadísimo, pero con toda la esencia de Monk. Está lleno de matices increíbles, y abruma especialmente. Será su primer éxito.

Además, por esta época recuperaría su tarjeta de cabaret, relanzando su carrera en Nueva York. Se mudó a la zona más bohemia de la ciudad, el East Village, y se puso a liderar un cuarteto junto a Coltrane (saxo), Wilbur Wave (bajo), y Shadow Wilson (batería), sin embargo, poco fue documentado (el escaso material fue reeditado en 1961, aunque es verdad que con los años han ido apareciendo en bibliotecas, archivos, y colecciones privadas algunas grabaciones).

De esta época destaca «Crepuscule with Nellie», una de sus composiciones más personales. Con este grupo estuvo un tiempo, pero después se disolvió y cada uno tomó su camino.

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Las últimas grabaciones de estudio

En 1962 ya tenía una nueva formación (y un nuevo contrato con Columbia Records) junto a John Ore (bajo), Rouse el tenor (saxo), y Frankie Dunlop (batería). Su primer álbum juntos, Monk’s Dream, será el Lp más vendido de su vida, al que seguirían Criss Cross y Underground, y un montón de discos en directo (entre ellos Miles and Monk in Newport).

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Sin embargo, a mediados de los 70, Monk decide desaparecer de escena para siempre, y tan sólo se dejó ver en pequeñas actuaciones al final de su vida.

Sus últimas grabaciones de estudio son de 1971, con un combo que incluía a Dizzy Gillespie, Kai Winding, Sonny Slitt, Al Mckibbon, y Art Blakey. Según cuenta Mckibbon, durante estas grabaciones Monk dijo únicamente dos frases: «buenos días» y «buenas noches».

Siempre se habló de que Monk tenía problemas mentales. En más de una ocasión tuvo que ser hospitalizado por brotes psicóticos, sin embargo, fue mal diagnosticado y tratado durante toda la vida.

A medida que su salud se iba desmejorando, él perdía fuerza… Tenía una escrupulosa rutina en la que cada mañana se vestía elegantemente con un traje con corbata, al que adornaba con uno de sus inconfundibles sombreros, para después tumbarse en la cama y pasar todo el día mirando el techo o la televisión.

Abandonó completamente el piano, y sólo tenía contacto con él cuando escuchaba tocar a su amigo Barry Harris, que convivía con él y con su mujer Nellie en la casa de Nueva Jersey que les había cedido la baronesa Pannonica.

Moría el 17 de febrero de 1982 a causa de un derrame cerebral.

Monk y su aportación a la evolución del Jazz

Monk fue un personaje enigmático. Su aportación a la evolución del Jazz moderno es innegable. Tenía un estilo musical muy personal, que se acercaba a la dureza percusiva, incluso en sus baladas.

Parecía que estaba atacando al piano en cada nota, tocando con los dedos planos sobre las teclas. A menudo utilizaba escalas de tonos complejos, donde jugaba con melodías ascendentes y descendentes.

Su estilo no fue muy aceptado. A menudo se le pagaba con el ostracismo de quien no era capaz de ver la revolución musical que estaba llevando a cabo. Era siniestro y enigmático, muy oscuro, hasta el punto de que en más de una ocasión el público se quedó tan atónito con su actuación que ni le aplaudieron ni le negaron la genialidad.

Él vivía ajeno a todas estas cosas, era una persona sumamente hermética, y su fama creció no gracias a la crítica especializada, sino gracias a los propios artistas de Jazz, que le veían como lo que era, un genio.

Sus colaboraciones con Coltrane, a mí personalmente me parecen algo de otro mundo. La amistad entre ambos fue de las más representativas del Jazz, pues ambos supieron asumir la genialidad del otro, y crear algo a partir de ahí.

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En palabras del propio Coltrane: «Trabajar con Monk me acercó a un arquitecto musical del más elevado orden. Si le hablaba de problemas musicales, él se sentaba al piano y me mostraba respuestas, simplemente tocándolas. Podía verlo y descubrir aquellas cosas que quería aprender«.

Monk, un genio improvisador

La música de Monk no se acercaba a nada académico, sus improvisaciones sonaban como chispazos eléctricos oscuros. Hacía Blues distorsionado conscientemente, convirtiendo las disonancias en su particular sello de identidad.

Parte de esto se debe a que, en su época de pianista con la predicadora evangelista, a menudo tenía que tocar en pianos y órganos a los que les faltaban teclas o estaban muy desafinados, pero Monk les sacaba su propio sonido.

Tenía la capacidad de hacer música tortuosa y chocante, y por eso casi nunca era entendido, pero nunca se pareció a nadie (y nadie ha conseguido parecerse a él), pues innovaba en cada tecla que tocaba. Frente al resto de los boppers que se empeñaban en acelerar los ritmos, él se mantenía en un ritmo sencillo, lento y complejo a la vez. Sus discos parecen sesiones de espiritismo.

Los ensayos con él eran curiosos. Llegaba con sus partituras de composiciones intrincadas y las repartía entre los músicos, que al verlas se desanimaban: «Monk, esto es imposible de tocar«. Él explicaba lo que creía que debía explicar, y al finalizar la sesión todos estaban tocando justo lo que Monk tenía en su cabeza. Era muy paciente y didáctico.

Os dejo para finalizar un vídeo suyo que a mí me dice mucho de cómo era este genio.

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Si os fijáis, empieza a tocar con la mirada perdida pero concentrada, como si estuviese pensando justo la nota que va a tocar a continuación…, eso era Monk, un genio improvisador que disfrutaba de la música a su manera. Disfrutad con él, no perdáis esa oportunidad.

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