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Duke Ellington, el gran maestro de Jazz

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En Estados Unidos no hay aristocracia, eso es un invento de Europa, por tanto, no hay señores con grandilocuentes títulos, a excepción de dos: un Conde y un Duque, y ninguno tiene nada que ver con posiciones sociales o económicas. En esta entrega vamos a centrarnos en el legado de uno de ellos: el Duque, el gran Duke Ellington, tal vez la persona que más ha aportado al Jazz para convertirlo en un estilo propio con espacio real en la historia mundial de la música. (No os quedéis con la intriga: el Conde es Count Basie).

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Los primeros pasos musicales de Duke Ellington

Edward Kennedy Ellington nació el 29 de abril de 1899 en Washington DC, en una familia acomodada (sus padres eran ambos pianistas). Desde pequeño, nuestro protagonista tenía un aspecto elegante y bien cuidado, así que pronto fue apodado como Duke (el duque).

Con 7 años, Duke Ellington empieza a recibir clases de piano, convirtiendo la música en su principal motor de vida. Con 14 años se colaba en la sala de billar de Frank Holiday, donde se reunían para tocar los pianistas de la ciudad (pues Washington tenía una gran tradición de pianistas de jazz locales), y con 16 años creó la pieza de oído (pues aún no había aprendido música) Soda Fountain Rag (Poodle Dog Rag).

Pronto se apuntó a clases de armonía y lectura musical, y empezó haciendo sus pinitos en algunos bares locales. Finalmente abandonó la beca que tenía en el Armstrong Manual Training School, y se puso a trabajar, por las mañanas, de cualquier chapuza que le salía y, por las noches, de músico. En 1917 creó su primer grupo, Duke´s Serenades.

Duke Ellington y sus primeros éxitos

Con el inicio de los años 20, Duke Ellington abandonó su estabilidad musical en Washington y marchó a Nueva York, concretamente al barrio de Harlem, auténtico germen del jazz de ciudad. En 1923 consigue su primer contrato con The Washingtonians, la orquesta de Elmer Snow.

Un año después, Duke ya era el líder de la banda, que pasó a ser la Kentucky Club Orquestra. Había ampliado el número de miembros a diez, y pronto consiguieron un sonido propio gracias a los arreglos de Duke, que no sonaban a los estándares tradicionales de jazz escuchados hasta el momento.

Y es en este momento cuando Duke Ellington empieza a construir su propio negocio, una orquesta muy carismática a la que consiguió mantener casi intacta durante 5 décadas, se dice pronto… Se supo rodear muy bien, contando en sus filas con los mejores músicos del momento, y lejos de anularles supo aprovechar muy bien sus virtudes, trabajando codo a codo con ellos, escuchando sus propuestas y teniendo siempre muy presentes sus aportaciones.

En 1926 consigue un muy buen contrato con Irving Mills, que permitió a Duke organizar una serie de estupendas sesiones de grabación con casi todos los sellos del momento, dándole un reconocimiento popular increíble.

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En 1927, y después de que King Oliver rechazara el puesto, Duke Ellington es contratado como director y músico principal para la Orquesta del Cotton Club, el club nocturno más popular de Nueva York, que funcionó desde 1923 hasta 1940, y que fue el buque insignia de la diversión y el desenfreno en la época de la Ley Seca.

Era un garito para blancos donde se reunían los mejores y más grandes artistas de Jazz del momento: Fletcher Henderson, Chick Webb, Louis Armstrong, Count Basie, Cab Calloway, Bessie Smith o Billie Holiday (que por supuesto no tenían permitido tomarse nada en el local, eran ridiculizados y tratados como figuras salvajes y exóticas, y que debían salir por la puerta trasera como buenos esclavos encubiertos… ay Estados Unidos, qué asco das!).

Los años 30 vendrán cargados de éxitos para Duke Ellington. Aumentó el número de miembros de la orquesta, a la que mantenía siempre unida gracias al encanto que irradiaba, su humor y una inteligencia muy perspicaz que le llevaba a ser adulador, respetuoso y muy educado. La Big Band de Duke Ellington será la formación musical más estable de la historia, ya lo hemos dicho, sus miembros apenas cambiaron durante 50 años.

En este momento realizó su primera tournée por Europa, haciéndose así con una fama internacional increíble. Fue muy aplaudido, e incluso tuvo contacto con compositores de clásica, como Constant Lambert, quien le impulsó a componer obras más largas y alejadas de los estándares típicos del Jazz. Y eso hizo, en 1931 saldría a la luz Creole Rhapsody, la primera de las composiciones de peso del maestro compositor del Jazz.

Duke Ellington, un maestro de la composición

Las composiciones de Duke Ellington eran diferentes a lo que se escuchaba en el momento, pues creó un estilo orquestal marcado por armonías ricas y audaces, donde, aparte de ser un maestro en la tradición de la improvisación colectiva, creaba una mágica relación entre solista y conjunto, algo que no ocurría con el resto de bandas, donde todos los instrumentos sonaban en conjunto. Duke sacó a los solistas a la palestra. ¡Bendito será siempre por ello!

Conforme avanzaban los años, su banda iba creciendo. En 1935 ya eran 15, y sus composiciones no paraban. Testimonio de ello son obras tan magníficas como Caravan o Mood Indigo, canción mitiquísima que el propio Duke afirmaba haber compuesto en 15 minutos, mientras esperaba a su madre para cenar.

Y llegó la década de los 40, con el firme propósito de nuestro artista de darle una vuelta al Jazz, y hacerle pasar de cortas melodías de baile a piezas más extensas que se pudieran escuchar sin más. Además, se embarcó en proyectos más ambiciosos, como el musical sobre la historia afroamericana que presentó en 1943 en el Carnegie Hall de Nueva York: Black, Brown and Beige.

Todos quieren Duke Ellington y su orquesta

Con los años 50 la cosa se complica. El mundo se encuentra sumido en una posguerra que no deja avanzar mucho. Sin embargo, Duke se mantuvo activo y consiguió mantener a toda su formación (que muchos, como Count Basie, no consiguieron).

De nuevo se marchó a Europa de gira, y participó en el Festival de Jazz de Newport en 1956, actuación que le devolverá la popularidad. Aún era el más reconocido de los músicos de Jazz del momento, y todo el mundo se peleaba porque el Duke y su orquesta grabase con ellos.

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Ese mismo año saldría a la luz el disco de la grabación de su actuación en Newport, convirtiéndose en el LP más vendido de la carrera de Ellington. Además, nos ofrece en estos años obras maestras indiscutibles como Sophisticated Lady.

No paraba: nuevas giras, millones de actuaciones por todo el mundo y con todo el mundo, grabaciones… Sus composiciones se convertían poco a poco en el canon cultural del momento, el “gran cancionero americano”. En 1959 compuso la banda sonora (y qué banda sonora) para la película Anatomy of a Murder, de Otto Preminger, considerada el primer escalón hacia las obras maestras en forma de suite de Duke Ellington.

En 1961 repetiría la fórmula, pero esta vez en la película Paris-Blues, de la que ya hablamos, pues salía Louis Armstrong. Durante estos años se crearon grabaciones increíbles, también con colaboraciones increíbles: Count Basie, Louis Armstrong, Ella Fitzgerald, Coleman Hawkins, Charles Mingus, Max Roach… Como veis, nuestro maestro se atrevió hasta con el Jazz más experimental, y le salió. Mención especial es el disco que creó junto a John Coltrane, preciosura en estado puro. Incluso en estos años creó una serie de composiciones de Jazz sacro. Era un todo terreno, eso no podéis negárselo.

El Duque del Jazz

Sus últimos años serían más tranquilos, sin embargo, él nunca abandonó su actividad musical. El último concierto lo dio el 20 de marzo de 1974 en la Universidad de Illinois. Moría un 24 de mayo de ese mismo año.

Duke Ellington es reverenciado por todos como un genio de la música contemporánea. Su aportación no es sólo al Jazz, sino a la historia de la música contemporánea norteamericana, pues sus innovaciones se incorporaron tan pronto a la esfera musical del momento que parecía que siempre había estado ahí. Consiguió alejarse de los estándares de Jazz más estáticos, y su cuerpo de trabajo es el mayor legado musical personal de Jazz grabado, convirtiéndose en el padre de los nuevos estándares.

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El impacto de Duke Ellington en el mundo del Jazz es difícil de cuantificar, pues aparte de establecer nuevos parámetros musicales (arreglos, composiciones…), la duración, estabilidad y pulcritud de su carrera resultan únicas. Y es que nuestro Duque del Jazz fue el primer jazzman en mirar al Jazz a lo grande y, eso consiguió elevarlo hasta convertirlo en una música por derecho propio internacionalmente.

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